Valor de la astrología judiciaria

Ocioso sería en la época presente refutar con seriedad el sistema de influjos imaginarios y reglas arbitrarias que constituían la Astrología. El simple buen sentido basta para demostrar la falta de fundamento de semejante sistema; si es cierto que la posición de los planetas, en el momento del nacimiento, influye en el carácter, salud, y fortuna del hombre, todos los individuos que nacieran en el mismo instante y en el mismo país debieran recorrer igual carrera; dos hermanos gemelos deberían tener el mismo horóscopo y por consecuencia idéntica existencia.

Fácil es ver que los astros darían a todos los consultantes las mismas respuestas y promesas o les harían iguales amenazas, interrogados en el mismo instante y lugar, y que puede preverse el caso en que la predicción del mismo suceso favorable o adverso hecha simultáneamente y según reglas idénticas implique contradicción evidente.

Por otra parte, las reglas de la Astrología presuponen una Astronomía primitiva, puesto que no tienen en cuenta los cambios producidos por la precesión de los equinoccios en el orden de los tiempos en que el Sol ocupa cada uno de los signos del Zodiaco, ni de los astros nuevos, planetas, satélites, estrellas con que se ha enriquecido el cielo desde que se inventó el anteojo; es sensible que habiendo leído los astrólogos tantas cosas en el cielo, no lo hayan conocido mejor, y es difícil no conceder alguna virtud a Urano y a Neptuno si se admite que la tengan Saturno y Júpiter, y no cabe duda que el planeta Neptuno ejerció grande influjo en los destinos de su descubridor Le Verrier.

“El astrólogo, dice Voltaire, podría basarse en mejores argumentos que la magia, pues si nadie ha visto dives, vestigios, duendes, demonios, ni cacodemonios, en cambio se han dado casos en que se ha cumplido la predicción de los astrólogos. Si se consultan dos astrólogos sobre la vida de un niño, o la estación, uno dirá que el niño llegará a hombre y el otro no; uno anunciará lluvia y otro buen tiempo, y por lo tanto es claro que uno de los dos acertara y será profeta: la gran desdicha de los astrólogos consiste en que el cielo ha cambiado desde que se dictaron las reglas del arte; el Sol, que estaba en el equinoccio en Aries, en tiempo de los Argonautas, se encuentra ahora en Tauro, y atribuyen los astrólogos a una casa del cielo, lo que visiblemente pertenece a otra… No parece que se haya aducido esta prueba antes de nuestro siglo para destruir esa extravagancia universal que por tanto tiempo inficionó al género humano… Un hombre nacido, según el almanaque, cuando el Sol entraba en el signo del León, debía ser necesariamente valiente; por desgracia nació en realidad bajo el signo de la Virgen, de modo que los astrólogos hubieran debido cambiar todas las reglas de su arte, y lo curioso es que todos los preceptos do la Astrología eran contrarios a loa de la Astronomía. Los miserables charlatanes de la antigüedad y sus necios discípulos, tan bien recibidos y pagados por los príncipes de Europa, sólo hablaban de Marte y Venus, estacionarios y retrógrados; los que tenían a Marte estacionario, resultaban siempre vencedores; Venus estacionaria hacía felices a todos los amantes, y lo peor que podía ocurrir a un mortal era nacer cuando el movimiento de este planeta era retrógrado; pero el caso es que los planetas nunca han sido retrógrados ni estacionarios…”

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