Relación entre el alma y el cerebro

Del vicio general de que viene imbuido el sentido filosófico, de la mutación de lo anímico en lo intelectual, servido en las relaciones de la percepción exterior por los aparatos terminales, que engranan con los centros nerviosos, dimana el aforismo de que es el cerebro el órgano del pensamiento, y con él la importancia que ha adquirido el estudio de la Fisiología cerebral.

Nunca se ha desconocido por completo la relación entre el alma y el cerebro; siempre se ha presentido que los fenómenos psíquicos tenían como punto de conjunción con los fisiológicos la complicadísima contextura del cerebro.

Ya Santo Tomás declaraba (corrigiendo el sentido estrecho del intelligere a que reducía la existencia y naturaleza del alma racional) que el alma sin el cerebro no puede “nec esse nec operari” y que una determinada constitución del órgano cerebral, de que carecen los frenéticos, aletargados y otros, influye en una cierta perfección de la inteligencia y nuestro Balmes consideraba el cerebro como el receptáculo de todas las sensaciones (quizá desconociendo y sin presentir la importancia y alcance que para el problema psicológico tiene el estudio de los actos reflejos).

Abundando en estas mismas ideas, dice el P. Z. Gonzalez (Estudios sobre Santo Tomás, t. II): “Negar que la bondad y perfección de la imaginación, y en general una conveniente organización del cerebro influye sobre la bondad y perfección de la inteligencia, sería ponerse en contradicción con la experiencia diaria”.

Vaga e indefinida como es la relación así declarada, importa recogerla en Santo Tomás y Balmes como presentimiento, y en P. Z. Gonzalez como adhesión al principio que tanto ha esclarecido y seguirá esclareciendo el problema acerca de la naturaleza del alma.

En esta indefinición de concepto siguió la Psicología tradicional, reconociendo que en el organismo se producen los fenómenos vitales y los de la sensibilidad inconsciente, mientras que el cerebro es el órgano de la diferenciación de todas las operaciones mentales y el asiento de los centros superiores, en que se engranan y combinan loe nervios sensitivos con los motores.

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