Ración alimenticia y ración de trabajo

La ración alimenticia que compensa el mímimum de pérdidas del organismo en reposo, se llama ración de sostenimiento o de sustento; pero aun puede asegurarse que las cifras de nitrógeno y carbono son un tanto excesivas, pues cabe observar en la práctica numerosos hechos de alimentación más exigua, compatible con una salud floreciente: ejércitos en campaña, plazas sitiadas, cárceles, etc.

La alimentación diaria que compensa el exceso de pérdidas del hombre entregado al trabajo muscular constituye la ración de trabajo, así llamada por Gasparin.

Durante el trabajo aumenta la cantidad de oxígeno absorbido y la cantidad de materia nutritiva oxidada aumenta proporcionalmente; además cierta cantidad de calor que debería producirse por este aumento de combustión, desaparece durante el trabajo, y desaparece proporcionalmente d la cantidad en que éste es producido. El trabajo, por lo tanto, consume alimentos y hace desaparecer una parte del calor que el exceso de desasimilación y de las oxidaciones que la acompañan, deberían hacer aparecer.

Por la experiencia y por el cálculo se ha establecido que la ración de trabajo debe contener 8,74 gramos de nitrógeno y 170 gramos de carbono. Por consiguiente, si a la ración habitual, que excede siempre a la de sostenimiento, se añade la ración de trabajo, se tendrá la alimentación necesaria del hombre que debe desplegar gran cantidad de fuerza viva.

Las alteraciones cuantitativas de la alimentación producen efectos diversos, pero igualmente perjudiciales.

Una alimentación insuficiente, menor que la ración de sostenimiento para el hombre en reposo, o que la ración del hombre de trabajo para el que tiene que desplegar suma considerable de fuerza, no tarda en producir la decadencia y la ruina orgánica; la fuerza y el calor disminuyen, la actividad voluntaria y la energía decrecen, la caquexia hidrohémica y la clorosis se declaran; los ganglios linfáticos se infartan; la grasa, en primer término, y después los músculos tienden a desaparecer; establécese una diarrea frecuentemente rebelde que precipita la bancarrota del organismo; aumenta la inestabilidad nerviosa, aparecen accidentes histeriformes, sobrevienen edemas en las extremidades y si la insuficiencia alimenticia continúa, la muerte en el marasmo, después de atravesar todas las fases de la caquexia del hambre, no tarda en terminar tan triste cuadro.

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