Pronóstico y tratamiento del alcoholismo

El pronóstico del alcoholismo es siempre grave y muchas veces mortal; pero al principio, una medicación bien dirigida y un régimen riguroso continuado, pueden dar curaciones durables.

La descendencia de los alcohólicos es de ordinario degenerada: unos miembros son idiotas o imbéciles; otros, degenerados intelectual y moralmente, se pierden bien pronto en la más abyecta degradación; otros, en fin, son epilépticos, sordo-mudos, escrofulosos, hidrocéfalos, etc.

El tratamiento del alcoholismo agudo consiste en provocar el vómito y estimular el sistema nervioso, inhalaciones de amoníaco, café revulsivo, etc.

Contra el delirium tremens se emplea el opio, el cloral, el cloroformo, la digital, la nuez vómica y el vino a dosis bien reguladas. Igual tratamiento, aunque menos activo, requiere el alcoholismo crónico, pero hay que agregar el tratamiento propio de las múltiples lesiones orgánicas consecutivas.

Constituyendo el alcoholismo un peligro social grave, porque aumenta la mortalidad, disminuye el número de nacimientos, debilita la fuerza física y mental de las naciones, perturba profundamente el orden moral, ocasiona la frecuencia de los suicidios y multitud de atentados contra la seguridad privada y pública; no es extraño que en todos los tiempos hayan aconsejado los médicos la adopción de medidas legislativas para atenuar, ya que no extinguir, aquel azote de las sociedades.

Por desgracia, el mal tiene hondas raíces: la miserable condición económica en que vive la inmensa masa proletaria y, sobre todo, el excedente obrero sin trabajo; la insuficiencia de la alimentación, la ignorancia general, el disgusto de la vida, precoz en los individuos de la clase desheredada, la mezcla confusa, en las grandes poblaciones, de los sanos con los individuos afectos de toda clase de degeneraciones mentales y orgánicas, y en grandísima parte el actual sistema económico favorable sólo para saciar la sed devoradora del capital que no vacila en envenenar a la especie humana con sus productos industriales adulterados con las más criminales sofisticaciones; han hecho y harán estériles o poco menos los esfuerzos de los higienistas, de los filántropos y de los Gobiernos pare extinguir los estragos del alcoholismo.

Las medidas represivas están desacreditadas desde muy antiguo. En la actualidad la atención de los poderes públicos debería dirigirse a perseguir a los fabricantes y expendedores de alcoholes venenosos y de bebidas alcohólicas adulteradas.

La reacción moral a que aspiran las sociedades de templanza es muy limitada para atajar el daño. El estudio serio y profundo de las verdaderas causas de esta enfermedad social, inspirará la necesidad de los radicales remedios que exige, como tantas otras.

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