Prohibición de los pronósticos en los almanaques

Pero apenas había comenzado el invento de Guttenberg a popularizar los almanaques, cuando comenzó un período crítico para estos opúsculos, que durante brevísimo tiempo ofrecieron sus predicciones con toda libertad.

Al penetrar la astrología judiciaria en el terreno de los sucesos políticos, despertó la susceptibilidad de la Iglesia y de los gobiernos, empezando para los almanaques la era de la prevención y la represión.

En 1560, Carlos XI se encontraba en los Estados de Chicana en donde prohibió a todos los impresores y libreros, que imprimiesen y expusieran a la venta almanaques pronósticos que no hubieran sido con anterioridad examinados por el arzobispo o el obispo o por sus delegados, ordenando que se procediese con energía por los jueces castigando corporalmente a todo aquel que hubiera hecho o expuesto loa dichos almanaques.

Enrique III confirmo esta ordenanza en loe Estados de Blois, prescribiendo que los almanaques fuesen “aprobados con certificados firmados por la propia mano de los arzobispos u obispos” y que igualmente se exigiere “permiso del rey o de los jueces ordinarios”.

Finalmente Luis XIII, por ordenanza de 20 de enero de 1628, prohibió a toda clase de personas hacer ni componer almanaques ni predicciones fuera de los términos de la astrología lícita, ni comprender las predicciones relativas a los Estados y personas, los negocios públicos y particulares, sea en términos expresos o encubiertos y generales, ni otros algunos, sin poner otra cosa más que las lunaciones, eclipses y diversas disposiciones y temperamentos del aire y desarreglos de éste.

Todas estas cortapisas no han evitado las revoluciones; pero en cambio, como ocurre siempre en circunstancias análogas, han servido para crear abusos en detrimento de la ciencia y del progreso.

Así, pues, cuando en 1757 quiso un vulgarizador inteligente servirse del vehículo de un almanaque, Las efemérides de Troyes, para difundir artículos científicos, se vio en seguida detenido en su obra en virtud de las ordenanzas que limitaban la composición de los almanaques.

Grosley, que era el vulgarizador, fue condenado por el tribunal de Troyes y hubo de someterse a la prohibición de su obra, desapareciendo por esta causa, por la aplicación rigorosa de la ley a un caso que no había podido prever, el primer modelo del Anuario de la Oficina de las longitudes o del Anuario del Observatorio de Madrid y de tantos otros almanaques con noticias, que forman hoy día un elemento considerable de la literatura científica de un público culto y numeroso.

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