Procedimientos contentivos para evitar los abortos

Cuando, empleados inútilmente los medios preventivos, el mal parto se anuncia por sus signos precursores, no hay que renunciar por completo a la esperanza de contener el accidente, aún tratándose de una mujer que haya tenido otros abortos.

El empleo de los medios antes indicados se impone siempre, según los casos. Debe acudirse a las sangrías, a los opiáceos, a los baños y a los ferruginosos cuando convengan.

El láudano, en dosis algo considerable, logra en la mayor parte de los casos contener el trabajo expulsivo ya comenzado y el cirujano debe proceder partiendo siempre de la hipótesis de que el feto está vivo, mientras no tenga medio de conocer con seguridad su estado; porque, aún admitiendo que el fruto de la concepción estuviese muerto y que, por consiguiente, el aborto fuese inevitable, las prudentes precauciones del facultativo no habrían hecho más que retrasar el aborto, sin peligro para la madre.

El reposo absoluto y la permanencia en el lecho, la tranquilidad de espíritu, las bebidas emolientes, la limonada fría, y las aplicaciones frigoríficas en el bajo vientre, pueden ser empleadas con buen éxito juntamente con los medios anteriores.

Recomiéndanse para estos casos, como específicos, los revulsivos, las ventosas secas y las sangrías locales.

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