Primeras teorías sobre la localización del alma

Nueva dificultad ha surgido también al preguntar en qué parte del cuerpo tiene su asiento el alma, problema que ha ocupado y preocupado hasta estos últimos tiempos a médicos y filósofos y que ha sido abandonado después, aunque a él ha seguido el que era secuela suya de la localización de las facultades anímicas y aun el de pretender identificar el cerebro con la inteligencia.

Los filósofos que admitían muchas almas, por ejemplo Platón, Pitágoras y sus discípulos, suponían para cada una de ellas un sitio diferente. Así, según Platón, el alma racional estaba situada en el cerebro, la irascible en el pecho y la concupiscible o sensitiva en el abdomen. Aristóteles consideraba el cerebro como un órgano muy frío, cuya única función consiste en refrescar el corazón y estimaba éste último principio de toda vida y de toda inteligencia.

Aquellos que admitían una sola alma, fijaban su residencia en el pecho o en la cabeza, según que la tomaban como principio de la vida animal o sustancia distinta del organismo.

Los modernos, influidos por la asunción de todo lo anímico en lo intelectual, no contentos con fijar el sitio del alma en el cerebro, han pretendido señalar sitio especialísimo, dentro de él, que sirva de asiento a la realidad anímica.

Descartes señaló este sitio en la glándula pineal, porque dice que está aislada en el cerebro y en disposición para prestarse fácilmente a los movimientos exigidos por los fenómenos interiores.

Otros han dado la preferencia al centro oval o a los cuerpos callosos.

Ninguna de estas hipótesis ha podido resistir los embates de la crítica y la cuestión, que diera margen a su aparición, ha perdido todo interés.

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