Primeras leyes agrarias romanas

Las leyes agrarias tuvieron por objeto, ora las reparticiones a los plebeyos de tierras del dominio público, generalmente usurpadas por los poderosos, ora las distribuciones de tierras conquistadas para la fundación de colonias; ora los repartos de terrenos públicos y hasta privados hechos a los soldados, después de las luchas civiles, particularmente en los tiempos de Mario, Sila, Pompeyo y César.

Hasta los últimos días de la Republica, las leyes agrarias recayeron exclusivamente sobre el ager publicus, jamás sobre el privatus, según demostró Neiburh; de ordinario las leyes agrarias se limitaban al reparto, entre los plebeyos, de los terrenos públicos de que se habían apoderado abusivamente los patricios.

Algunos historiadores afirman que los reyes intentaron repartos de tierras al pueblo, y que no fue otra la causa de la caída de la monarquía. Servio Tulio fue la primera víctima de las leyes agrarias. El cónsul Cerio propuso, a poco de la caída de los reyes, la repartición de las tierras que indebidamente poseía la aristocracia; pero no lo consiguió y fue acusado y condenado como aspirante a la tiranía, tan pronto dejó de ser Cónsul. Tampoco triunfaron ni la agitación producida por el deseo de una ley agraria el año 434, ni los esfuerzos encaminados al mismo objeto de Ennio, Espurio, Cecilio, Pontificio, Fabio, Considio, Ganusio, Valerio y Emilio.

En tiempo del Tribuno Icilius Ruga consiguió el pueblo la primera ley agraria (454), por la cual se repartió el monte Aventino a los plebeyos, dividiéndolo en parcelas. La mayor parte del monte estaba inculto, pero había algo que estaba en poder de algunos patricios: la ley Icilia dispuso que se indemnizase a los poseedores sine vitio. Petilio intentó generalizar la ley Icilia, pero no puso conseguirlo: igual suerte corrieron los trabajos del tribuno Lucio Sexto para repartir al territorio de Boles.

La segunda repartición se hizo el año 390, entregando a los plebeyos el territorio de Veyes: se asignaron siete yugadas a cada persona libre. Este reparto se hizo extensivo a las tierras de Pomptino. Manlio, el que había salvado a Roma de los galos, quiso salvarla también de loa peligros de la concentración de la propiedad, y al efecto propuso una ley agraria por la que los patricios debían entregar al pueblo la propiedad pública que tenían usurpada; pero la aristocracia fue bastante poderosa para hacerlo condenar a la última pena.

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