Presencia de amoníaco en el aire

El amoníaco es otro de los cuerpos que se encuentran habitualmente en la atmósfera: generalmente no pasa de 6 a 7 miligramos por cada 100 metros cúbicos en la atmósfera próxima a las ciudades y en cantidades menores aun en el aire de los campos.

Los primeros experimentos para determinar el amoníaco existente en el aire fueron hechos en los años 1849 y 1850 por Ville, en París, en un jardín, a 100 metros de las habitaciones y a 12 metros del suelo, encontrando para cada millón de kilogramos de aire cantidades de amoníaco que oscilaron entre 17,76 gramos y 31,71 gramos; observaciones posteriores repetidas por Grager, Kemp, Fresenius y Pierre, han dado números próximos a estos, pero más bajos, y bastante más bajos aún los obtenidos por Schlcesing primero y después por Levy en Mont-Sourís.

En este punto se aprecia el amoníaco haciendo pasar volúmenes considerables de aire por un aparatito especial que contiene 30 centímetros cúbicos de agua destilada, acidulada con 1 cc. de ácido sulfúrico al décimo. Esta disolución ácida se valora antes y después de la absorción del amoníaco con una disolución alcalina, y la diferencia permite calcular el amoníaco; o bien para más exactitud se evapora con precaución, primero, se destila en presencia de la magnesia pura después y el amoníaco se recoge en una disolución sulfúrico que se titula antes y después de recibir el amoníaco.

El término medio anual obtenido en Mont-Souris el año 1878 ha sido 0,.276 gramos por cada 100 metros cúbicos de aire. El mes de máxima ha sido marzo (0,00310 gramos), y los meses de mínima enero y abril (0,00180 gramos); los últimos días de octubre de 1877 se había elevado a 0,00600 gramos.

Observaciones análogas repetidas en Inglaterra tres veces por semana, prueban que en efecto en las grandes poblaciones el aire tiene más amoníaco que en los campos, y aun en una misma población varían las cifras según las zonas, correspondiendo las mayores proporciones a las de población más densa y de más desarrollo industrial.

En cuanto al origen del amoniaco en la atmósfera es muy vario. Boussingault y Schloesing creen que los nitratos del suelo transportados por las aguas a los mares, son allí transformados por la acción de la vida submarina y convertidos en amoniaco que las aguas del mar contienen en efecto y que se evapora con ellas. Pero a esta causa, que daría ciertos períodos de proporción constante para el amoniaco de las atmósferas en grandes regiones, hay que añadir otras en las que influyen solamente circunstancias locales: tales son la emanación constante de las deyecciones de todo género en las grandes poblaciones, de los residuos de muchas industrias, de las descomposiciones orgánicas en los mismos lugares en donde la humanidad vive aglomerada. En todos estos casos la dosis del amoníaco disminuye bastante con la altitud, pudiendo decirse que está confinado a las capas más bajas.

La presencia de este cuerpo en el aire, además de su acción particular, se hace sospechosa al pasar de ciertos límites, porque puede considerarse como indicadora de sustancias orgánica que le acompañan o le producen, y que suelen ejercer nociva influencia en la salud del hombre.

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