Oxidación del alcohol dentro del organismo

Liebig, Bouchardat y Sandras sostenían que la mayor parte del alcohol ingerido experimentaba oxidaciones, pasando primero al estado de ácido acético, transformándose en ácido carbónico y agua. Perrin Lanemand y Duroy, han sostenido, al contrario, que el alcohol no experimentaba en el organismo ninguna mutación química, que se acumulaba en sustancia en el hígado y en el cerebro, y que la sustancia se eliminaba por los pulmones, los riñones y la piel. Hirtz y Gubler, colocándose entre estas dos opiniones extremas, creen que el alcohol es oxidado en parte y que en parte es eliminado en sustancia.

Las pruebas de orden químico parecen comprobar la idea de la no combustión del alcohol en el organismo, pues hasta la fecha no se ha llegado a demostrar la existencia de los productos intermedios de la combustión del alcohol, y además porque, cuando se examinan las excreciones o las vísceras de los alcohólicos, el alcohol se encuentra en sustancia. En presencia del reactivo de Luton (0,10 centigramos de bicarbonato de potasa; 30 gramos de ácido sulfúrico), el alcohol reduce el ácido crómico produciendo un óxido de cromo, adquiriendo el liquido, que era rojo, un hermoso color verde esmeralda.

Dujardin-Beaumetz y Faillet, que habían creído encontrar en las vísceras del hombre y de los animales intoxicados por el alcohol etílico, el aldehído, que producía la reducción del nitrato de plata amoniacal, lo han atribuido a la presencia del aldehído en las bebidas alcohólicas ingeridas.

Empleando en experimentos ulteriores el alcohol amílico, no han llegado a conclusiones definitivas. Binz, auxiliado por sus discípulos Henbach y Schmidt, ha estudiado atentamente la cuestión y ha concluido de sus trabajos que sólo cuando se toman cantidades considerables de alcohol, se presenta en la orina, pudiendo alcanzar entonces la proporción de un 4 por 100; pero que, cuando las cantidades ingeridas son pequeñas, no aparece vestigio alguno.

A la objeción de que se eliminaría entonces por la vía respiratoria, responde que nada lo prueba, pues al olor del aire espirado no se debe al alcohol sino a todos los éteres que contiene. Austic y Dupré, operando en perros, por método distinto, llegaron a los mismos resultados.

De la controversia entablada en el terreno químico, resulta evidentemente que si la oxidación del alcohol en el organismo tiene lugar, lo es en proporción muy limitada, pues cuando es algo elevada la dosis ingerida aparece en sustancia en las excreciones.

En el terreno puramente fisiológico las opiniones son también contradictorias.

Como demostración de la no combustión del alcohol se ha invocado la disminución de temperatura producida a consecuencia de su introducción en el organismo. Dujardin-Beaumetz y Andigé llegaron a obtener por la ingestión de dosis masivas del alcohol un descenso de temperatura de 15° a 18°. Bocker, Berci y Bouvier, Dupré y Austic, han comprobado este descenso térmico con dosis mucho menores, y Frank y Riegel lo han podido observar constantemente con dosis débiles (de 40 a 80 gramos por día). Parker y Wollowicz, sin embargo, no han logrado hacer descender la temperatura, ni en el estado sano, ni en el enfermo, con la administración de 28,4 centímetros cúbicos a 56,8 c.c, de alcohol en las 24 horas.

Si el alcohol se oxida en el seno de los tejidos, la cantidad de ácido carbónico exhalado deberá aumentar, y es precisamente lo opuesto lo que ocurre. Perrin ha observado constantemente una disminución del ácido carbónico, disminución que llega a su máximum a las tres horas de la ingestión de la bebida alcohólica y que parece terminar a las cinco horas. Bócker había observado ya la disminución del ácido carbónico exhalado y Edward Smith la admitía.

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