Otro procedimiento para la fabricación de agujas

En algunas fábricas, especialmente en España, varía algo el procedimiento de fabricación a contar desde el aguzado de los alambres.

Después que éstos han sido afilados por sus dos extremidades, se cortan por la mitad, para hacer de cada uno las dos agujas que han de resultar; empléase para ello una especie de matriz que tiene justamente la longitud de la aguja; se colocan en ella unos cuantos hilos ya afilados y se cortan a la vez al ras del borde de la matriz por medio de una tijera de mano y después se hace lo mismo con la parte restante.

Cortadas las agujas del largo que han de tener, se colocan paralelamente, unas sobre otras, en cajitas de madera o de cartón y se pasan en seguida al operario encargado de achatar la extremidad donde se ha de formar la cabeza. Dicho operario se halla sentado frente a una mesa sobre la que va sujeto un tajo de acero, de forma cúbica y de 8 a 9 centímetros de arista; toma entre el pulgar y el índice de la mano izquierda 20 o 25 agujas y las arregla en forma de abanico, esto es, con las puntas unidas debajo del pulgar, y las cabezas hacia fuera y más separadas; coloca éstas sobre el tajo de acero, y agarrando con la mano derecha un martillo de cabeza plana, da golpes sucesivos sobre todas las cabezas y las achata en seguida, operación que se llama palmear. El operario coloca las agujas achatadas en una caja y continúa la misma operación con las demás.

Las cabezas palmeadas de las agujas se templan por el choque del martillo y se hendirían o quebrarían fácilmente cuando se fuesen a agujerear sino se las recociera de antemano. Para esto se llevan a un horno, se sacan cuando están calientes y se las deja enfriar lentamente. Las cabezas ya recocidas se agujerean con un punzón de acero que tiene la misma forma y dimensiones que se quieren dar al ojo o agujero de las agujas. Esta operación se practica del modo siguiente: un niño sentado delante de una mesa, que lleva un yunquecito de acero, toma con la mano izquierda una aguja y el punzón; pone la cabeza de la aguja sobre el yunque y el punzón sobre la cabeza de la aguja, da un martillazo sobre el punzón y después vuelve la aguja, y aplicando el punzón de modo que pueda encontrar el agujero empezado por el lado opuesto, da un segundo martillazo. Esta operación se llama marcar.

Las agujas marcadas pasan a otro niño que se ocupa en quitar a las agujas el pedacito de acero que está adherido aun a la cabeza, operación que se llama trocar o quitar el cupido. Para ello el muchacho encargado de esta operación se sirve de dos tajos pequeños, uno de plomo y otro de acero. Coloca la cabeza de la aguja sobre el primero, y aplicándole en seguida un punzón da encima un martillazo y hace entrar en el plomo el pedacito de acero. Después coloca de plano sobre el segundo yunque el punzón y la aguja atravesada por él, y dándole un golpe por uno y otro lado hace tomar al ojo la forma exacta del punzón. Estas dos últimas operaciones se hacen en un tiempo brevísimo y con extraordinaria destreza por los muchachos de ellas encargados.

Un operario, llamado acanalador, toma en seguida las agujas para hacerles la estría o ranilla longitudinal y redondearles la cabeza. Para ello se sirve de los instrumentos siguientes: Una limita chata, que tiene la forma de un hacha y cuyo corte está tallado en forma de sierra, sirve para hacer la acanaladura. Otra lima cuadrada, tallada por sus cuatro caras, que sirve para redondear la cabeza de las agujas. Una pinza con brida para tener la aguja. Y finalmente, un yunquecito de madera fijo sobre la mesa y con dos entalladuras, una angular y otra semicilíndrica.

El operario coloca una aguja en la pinza de modo que el ojo corresponda al lado plano de dicha pinza. Apoya en seguida la cabeza de la aguja en la entalladura angular, teniendo cuidado de que el ojo de la aguja quede situado horizontalmente. En el mismo instante toma la lima con la mano derecha y la coloca de plano sobre el yunque, le acerca la aguja y de dos golpes abre la acanaladura longitudinal; después, dándole vuelta a la aguja sobre la misma entalladura, presenta a la lima el lado opuesto y abre en él otra acanaladura semejante a la primera. Para redondear la cabeza, coloca la cabeza de la aguja en la entalladura semicilíndrica y con la lima cuadrada, apoyada sobre el yunque, redondea la cabeza de la aguja en dos o tres golpes. En seguida afloja la brida de la pinza con el dedo pequeño de la mano izquierda y echa la aguja sobre la mesa.

Todas las agujas acanaladas que se han dejado en la mesa, se echan luego de cualquier modo en una artesa chata, ligeramente cóncava en el fondo. Un operario puesto en pie coge la artesa y la agita horizontalmente de derecha a izquierda y de atrás adelante, y estos movimientos de oscilación y trepidación hacen que las agujas se pongan en orden; quedando colocadas paralelamente unas con respecto a otras y sobre el lado de la artesa que se apoya sobre el vientre del operario.

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