Orígenes y organización de la administración eclesiástica

La administración eclesiástica, por razón de su organización jerárquica, se divide en inferior, superior y suprema, y esta división no la tomó del Derecho romano, que no la tenía, sino que es y fue peculiar suya.

La Roma pagana aspiraba a la dominación universal y llegó a conseguirla con pequeñas excepciones, pero por la fuerza, el fraude, la injusticia y la crueldad. Testigo de ello la historia de nuestra patria antes y aun después de la venida de Cristo. La Iglesia la consiguió por la palabra, los milagros, la paz, la justicia y la integridad de costumbres.

Para esta dominación universal tuvo desde luego un poder supremo, infalible e indefectible en el Pontificado, irresponsable ante los hombrea a fuer de infalible. Cayó el Imperio y cayeron los imperios: el Pontificado subsiste y subsistirá.

Los poderes superiores e intermedios significaban poco en Roma y en su Imperio en la pésima y rapaz administración de sus pretores y magistrados. La administración eclesiástica nada tuvo que copiar de esto. Tuvo desde luego los Apóstoles y obispos, de institución divina, y luego patriarcas, primados y metropolitanos, de institución eclesiástica.

La administración inferior corrió desde luego a cargo de presbíteros y diáconos, de institución también divina, y nada parecida a la curial y municipal de Roma y sus colonias.

Esta organización vino a dar la idea de la división moderna en general, provincial y municipal: ni aun ésta es igual en todos los países, pues los hay democráticos y federados que no tienen provincias ni departamentos, sino Estados. Véase, pues, cuanto más perfecta, uniforme y antigua es la administración económica de la Iglesia y su gobierno que la de los Estados seculares.

La Iglesia tiene también en su autonomía y poder ejecutivo lo que se llama administración de justicia, que no es propiamente acto administrativo, aunque la locución es antigua y corriente. Pero el ejercicio de la justicia y su cumplimiento o realización, como dicen, es más sencillo y económico en la Iglesia que en los Estados seculares.

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