Orígenes de la aristocracia

Sea cual fuere el sentido de esta palabra, conviene, ante todo, averiguar cómo han aparecido en la historia las aristocracias.

El principio esencial de las mismas se encuentra en la desigualdad que la naturaleza establece entre los hombres, que, aun teniendo todos las mismas facultades, no las poseen en igual grado de desarrollo. A estas desigualdades se agregan las nacidas de la organización social.

La humanidad ha reconocido desde lejanos días la superioridad de la fuerza física, de la inteligencia, del carácter y de los recursos. Pero como en los pueblos de la edad antigua la naturaleza se sobrepuso al espíritu, y como, en general, en las épocas de inferior cultura es la fuerza material la que de un modo más poderoso y directo hiere las imaginaciones, las primeras aristocracias fueron, como debían ser, la consecuencia del imperio de la fuerza, el resultado de la victoria o de la conquista.

El vencedor disponía, como de cosa propia, de las personas y bienes de los vencidos, que ora quedaban, con su posteridad, reducidos a la esclavitud, ora se conservaban en un lugar inferior y despreciado dentro de las categorías sociales. Si un pueblo triunfaba en sus luchas con otro y ocupaba su territorio, se establecía en el nuevo país con la consideración de raza superior única dueña del poder y de los más amplios derechos, sin que se mezclara con la raza sometida, existiendo así una aristocracia de raza. Las naciones que han conocido las castas han vivido con diversidad de razas.

Esta diversidad ha sido formada con excesiva dureza por las creencias religiosas. Sirvan de ejemplo la antigua India, el Egipto y Esparta.

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