Naturaleza de la astrología según Franson

El juicio de Mr. Franson sobre la naturaleza y origen de la Astrología, difiere mucho de los de Voltaire y Bailly; establece como principio de crítica aplicable a la historia de la ciencia, de igual modo que a la de la política y la religión, que ni el error ni la impostura son por sí elementos perdurables y que toda opinión dominante de modo universal, aun pareciéndonos absurda y ridícula, representa necesariamente alguna gran verdad, tal vez alterada; se pregunta si pudiera ser excepción de esta regla la Astrología, y si en esta doctrina se volverá todo desatino y locura, vergüenza y enfermedad del espíritu.

Recuerda que la Astrología la preconizaban o ejercían, en la antigua Grecia, un Ptolomeo, un Proclo y un Porfirio; que los astrónomos árabes de más talento la cultivaban; que en la Edad Media la justificaban el célebre Alberto y su ilustre discípulo Santo Tomás do Aquino; que en el siglo xvii la defendieron y explicaron Tycho Brahe y Kepler.

Llama también la atención acerca de la conformidad de destinos que asemeja la Astrología a la Alquimia. Ambas, dice, las cultivaron hombres eminentes en saber y virtudes y ambas también fueron explotadas por el más innoble charlatanismo; ambas están relegadas por la ciencia moderna a la categoría de los ensueños, y sin embargo, nadie niega que ambas prestaron inmensos servicios al espíritu humano, pues la Alquimia desapareció de la esfera del mundo después de haber engendrado la Química, ciencia tan fecunda en maravillas.

Y, por otra parte, presentaba la Astronomía pocos atractivos a la multitud y demasiadas dificultades en sus principios para bastarse a sí misma. Durante mucho tiempo (afirmación de Kepler cuya exactitud reconocen todos los historiadores) no pudo producirse y sostenerse sino bajo el patrocinio de la Astrología; no solo la Alquimia como madre de la Química y la Astrología como madre de la Astronomía son acreedoras a nuestro reconocimiento a causa de sus hijas, sino que el examen atento y reflexivo nos muestra que si la idea de la transmutación de los metales y de la piedra filosofal no era absurda en sí misma, la idea del influjo de los astros sobre la atmósfera y por consecuencia sobre el hombre físico y el hombre moral, pudiera también aceptarse por la razón.

Según el autor que consultamos, la Astrología meteorológica, la fisiológica y la moral, forman un sistema único, con buen enlace desde el punto de vista lógico; ¿puede negarse el influjo del medio en los seres vivos, la acción de lo físico sobre lo moral? Bien está el reírse de los horóscopos, pero ¿en qué repugna al buen sentido la pretensión de que el influjo del medio sobre el individuo sea mucho más poderoso en los primeros instantes de la vida que en cualquiera otra edad? Admitida la hipótesis de la acción inmediata o mediata de los cuerpos celestes sobre el cuerpo humano, ¿por qué no había de ser más particularmente eficaz en la hora del nacimiento y muy capaz, v. gr., de determinar en ese instante el temperamento de los individuos o de comunicarles al menos ciertas predisposiciones físicas que llevan consigo predisposiciones morales correspondientes?

Se habla de fatalismo, pero hay que saber que los astrólogos formales pretenden conciliar el libre albedrío con el influjo de los astros, y niegan, por consecuencia, la infalibilidad absoluta de la adivinación astrológica, sobre todo en lo que concierne a los destinos individuales. Astra inelinant non, necessitant, decían; el hombre es atraído al bien o al mal por la acción de los astros lo mismo que por la de todos los seres que lo rodean; pero por su propia espontaneidad puede tanto favorecer esa atracción como oponerle influjos contrarios.

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