Métodos de fabricación del acero

El acero se presenta siempre como un metal brillante, sonoro, muy dúctil y maleable, capaz de fundirse y soldarse y susceptible de un magnífico pulimento; su estructura es granujienta, presentando en la fractura los granitos finos y apretados, y formando una superficie de color más claro que la del hierro; su tenacidad es vez y media superior a la de este metal. Estas propiedades varían por medio del temple, el batido y el recocido.

Templar el acero es calentarle al rojo y después enfriarle bruscamente; por esta operación se hace muy duro y frágil y la propiedad de endurecerse le diferencia esencialmente del hierro. Cuando se calienta el acero templado y se le deja enfriar lentamente, se destempla; esta operación inversa se llama cocido, y con ella el metal vuelve a ser dulce y maleable; de suerte que en virtud de estas operaciones puede comunicarse al mismo acero grados muy diferentes de dureza. El temple hace un poco más agrio el acero, y lo dilata sensiblemente, disminuyendo por lo tanto su densidad.

Los aceros se dividen pues, en dos series bien distintas, caracterizadas por el efecto producido en ellos por el temple; los de la primera (acero natural, acero de cementación, acero fundido) adquieren por el temple las cualidades características de dureza y fragilidad; los de la segunda (acero Bessemer, Martin Siemens, etc.) no son susceptibles de templarse, y se obtienen en lingotes como el hierro colado.

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