Los bailes populares en España

En cuanto a los bailes populares no cabe duda de que a España le corresponde el primer lugar, pues que ningún país ha cultivado el baile con mayor entusiasmo y más gracia, ni con arte más especial, siquiera esté poco sometido a reglas. La viveza meridional de nuestro carácter lo explica y justifica.

Como queda dicho con respecto de los tiempos pasados, puede decirse de los presentes que la tierra andaluza sobrepuja en este punto a las demás comarcas españolas.

El fandango debe considerarse como la danza más importante, pues de él se derivan la mayor parte de las otras; es agitada, viva, y ejecutada con donaire y brío pone de relieve como ninguna la gracia de la mujer. No ha faltado escritor extranjero que suponga donosamente que el fandango haría renegar de sus votos al más austero anacoreta y que asegure haber sido condenada la tal danza por la corte de Roma; pero que electrizados luego los jueces de verla ejecutar, no sólo la levantaron el anatema sino que la bailaron.

El fandango y las malagueñas son los dos bailes andaluces por excelencia; el último es el que esencialmente se apellida flamenco.

Las seguidillas es también otra danza meridional muy extendida y bien asentada en la Mancha donde la han bautizado con el apelativo de la tierra. De las seguidillas, de que ya habla Cervantes, vino el bolero, así llamado del nombre de su inventor Anton Boliche, caballero sevillano, o porque se baila a saltos y a vuelos, lo cual asegura Estébanez Calderón como más probable: este mismo autor añade que el bolero tiene el paso de la chacona y del bureo, y su compás está acomodado a los del fandango, de los polos y de la tirana, y en fin que las glisas, el mata-la-araña, el laberinto, la macaren, el pasaré, el taconeo, el avance y retirada, el paso Marcial, las puntas, la vuelta de pecho, la vuelta perdida, los trenzados fueron otras tantas variantes del bolero, a después de haber hecho pagar con la vida a algunos la ejecución de sus difíciles cuanto peligrosos pasos, apareció reformado en Madrid por el bailarín murciano Requejo y poco después como en son de protesta el zorongo, el fandanguillo de Cádiz, el charandé, el cachirulo y otras combinaciones.

Son de citar la cachucha, las folias, el zapateado y la guaracha, ésta esencialmente andaluza y árabe, hasta por el nombre que significa alegría. El trípili-trápala es una variante del zorongo.

La jota, como las seguidillas en el Mediodía, es en Aragón y Cataluña la danza más común.

En el Ampurdán se conserva otra, la sardana que, según el historiador de esa comarca, señor Pella y Forgas, es un recuerdo de la danza pírrica.

En las provincias vascongadas son típicas el zorcico y otra cuyo nombre puede traducirse danza de las espadas, que también denota, por sus caracteres, antiquísima descendencia. La conocida yallegada y el fado portugués completan el cuadro de los bailes de la Península.

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