Los bailes en América

En la vida de los pueblos salvajes, el baile tiene singular importancia.

Los indios americanos la practican como ceremonia en los sacrificios, en las bodas, en los funerales con ocasión de guerra, para solemnizar la paz, en los festines y mientras ejecutan las evoluciones lanzan terribles gritos; la danza del fuego sólo se ejecuta en ocasiones solemnes.

Iguales son las danzas de los indios filipinos, monótonas y pausadas por lo común: bailan tres juntos dando vuelta al recinto sagrado, mientras otro hace contorsiones de carácter mágico o figurativo en medio, y otros bailan separados moviendo pausadamente unos lienzos que cogen con ambas manos; otras veces simulan un combate y armados de lanza y escudo chocan, se separan, se acechan, se defienden, se encogen y saltan. La música consiste en el son monótono de unos címbalos tamtanes tocados por los mismos bailarines.

De este mismo género, pero agitada e imponente, es la danza de los moros joloanos: uno con pica y escudo redondo, otro con alfanje y escudo prolongado, al son de una cayeseis de salterio de troncos de árbol y un tamtán que tocan mujeres con cierta armonía.

En la América española bailaban los negros a principios del siglo una danza originaria del Congo que se llama la chica, la cual aún suele bailarse en las procesiones, aunque es bastante indecente; la kalenda es una imitación de ella.

El tango americano, no menos característico, es una danza de expresión sensual y provocativa, que en España se ejecuta también, aunque modificada.

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