Los autos sacramentales en la literatura española

Género dramatico peculiar de la literatura española, singularísimo y extraño entre todas las del mundo.

No es posible tratar hoy de él con el tono de intolerante menosprecio con que hablaron de los autos nuestros críticos de la escuela galo-clásica del siglo pasado. Vano hubiera sido pretender que el favor y entusiasmo casi religioso que estas composiciones despertaban en los católicos oyentes del tiempo de los Felipes, hallasen eco en almas siervas del pobre y rastrero materialismo de la centuria que nos precedió. Tampoco era de presumir que un género tan nacional y característico de una época, de una raza, y de un estado social a ningún otro semejante, llegase a entusiasmar a críticos de otras naciones, ni siquiera a ser bien comprendido por ellos.

Todas estas razones han influido grandemente en contra de la popularidad de los autos en España misma, cuanto más en las naciones extranjeras. Los mismos alemanes, que más justicia han hecho al teatro nacional, comenzando por las brillantes y un tanto oratorias consideraciones de Guillermo Schlegel, y siguiendo por el detenido análisis del barón Schack y de Valentín Schmidt, se han limitado por lo común a la parte profana del teatro de Calderón, y si algo han dicho en cuanto a la parte sagrada, es solo con relación a los dramas de santos o comedias devotas, es decir, aquellas en que intervienen afectos y caracteres humanos. Pero en cuanto a la parte propiamente teológica de las obras del poeta, puede decirse que la han dejado virgen e intactas.

Entre nosotros, se han hecho, aunque pocos, notables estudios acerca de esta parte de las obras de Calderón, debiendo citarse en primer término, como trozo elocuentísimo, a la vez que bien pensado bien sentido, el discurso preliminar que antepuso D. Eduardo González Pedroso a su colección de autos sacramentales no solamente de Calderón sino de todos sus antecesores, contemporáneos y discípulos desde principios del siglo xvi hasta fines del xvii.

A este y a otro brillante estudio del Sr. Canalejas (leído en sesión pública de la Academia Española) está reducido lo que hasta ahora se ha dicho de los autos sacramentales.

Los trabajos extranjeros son en este punto mancos o nulos, y aún los críticos que han mirado con más amor el teatro de Calderón, han tenido para los autos censuras tan acerbas como las que fulmina el mismo Ticknor, en otras cosas tan calderoniano.

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