Los autos de fe en el siglo xvii y xviii

En el reinado de Felipe IV citaremos: el celebrado en Madrid el 20 de junio de 1621; el que se hizo en Sevilla el 30 de noviembre de 1630, con ocho quemados, seis estatuas, treinta reconciliados, y seis absueltos; el de Córdoba, con cuatro relajados en persona, once en estatua con huesos desenterrados para quemarse, dos estatuas de judaizantes difuntos reconciliados, cincuenta y ocho judaizantes reconciliados vivos, dos blasfemos, un polígamo y tres hechiceros; el de Madrid, al que asistieron el rey y personas reales, siendo quemados siete reos en persona, cuatro estatuas y cuarenta y dos reconciliados o penitenciados; el de Valladolid con veintiocho reos; el de Mina, en el Perú con setenta y dos reos, de ellos once quemados vivos y uno en estatua; el de Toledo con dial reos todos reconciliados; el de Cuenca con cincuenta y siete reos, de ellos diez quemados y los demás reconciliados; el de Granada con doce judaizantes y una estatua; y el de Sevilla con cien reos, a saber: tres quemados vivos, cuatro después de morir en garrote, treinta y tres en estatua, cuarenta y seis reconciliados, siete que abjuraron, la estatua de un muerto reconciliado, dos bígamos, tres hechiceros y un fingido ministro del Santo Oficio.

Del reinado de Carlos II es notable el auto solemnísimo de fe que formó parte de los festejos reales, con motivo del casamiento del monarca español con María Luisa de Borbón. Habo dieciocho reos. De éstos, diez abjuraron de sospecha leve y otro de sospecha vehemente; cincuenta y cuatro fueron reconciliados, diecinueve relajados a la justicia seglar para la muerte y el fuego; y treinta y cuatro estatuas, de ellas dos de reconciliados difuntos y las demás para ser quemadas.

Al venir a España Felipe V, quisieron los inquisidores ofrecerle el espectáculo de un auto de fe; pero el monarca no autorizó el acto con su presencia. Durante este reinado, todos los tribunales tuvieron un auto público de fe por año, muchos tribunales dos, y algunos hasta tres cada año, como ocurrió en Sevilla el 1722 y en Granada el 1723. Se cuentan, pues, en el gobierno del primer Borbón, setecientos ochenta y dos autos de fe, sin incluir los de América, Sicilia y Cerdeas, con unos catorce mil setenta y seis castigados, de ellos: mil quinientos sesenta y cuatro quemados en persona, setecientos ochenta y dos en estatua y once mil setecientos treinta penitenciados.

Más feliz el reinado de Fernando VI, sólo tuvo treinta y cuatro autos de fe, con diez relajados y ciento setenta penitenciados. También hubo algún autillo.

El gobierno de Carlos III contó diez autos públicos de fe, con cuatro condenados a las llamas y cincuenta y seis penitenciados, a lo que hay que agregar algunos autos de fe singulares, celebrados en iglesia, y varios autillos, en la sala de audiencia del tribunal.

Los tiempos posteriores son de manifiesta decadencia para la Inquisición, y apenas se registran autos de fe. Uno se celebró en Méjico el 27 de diciembre de 1815, para castigar a D. José María Morellos, partidario de la independencia de aquel país.

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