Los árabes ismaelitas

La principal de las razas árabes, en la que puede decirse que se fundaron casi todas las primeras, es la de los ismaelitas descendientes del hijo de Abraham.

Cuando éste hubo abandonado en la Meca a su hijo Ismael con su madre Agar en el lugar donde está la casa santa, había entonces una colina de tierra rojiza, y allí fue donde Agar fabricó para sí y para su hijo tina habitación. Entonces era aquel país seco y apenas producía alimento alguno; mas cuando el Señor, apiadado de ellos, hizo brotar de la tierra el agua de Zemzem y se hubo convertido en un ameno lugar, hecho que coincidió con la dispersión de los amalecitas, giorhomitas y aditas afligidos por la sequedad, los descendientes de Amalec llegaron hasta donde se hallaban y se establecieron cerca de ellos.

Ismael casóse entonces con una amalecita y al poco tiempo tuvo lugar el suceso tan sabido de la visita de Abraham a su hijo y del mal recibimiento que en ausencia de él le hizo su nuera. Ismael, enterado de todo a su vuelta por su misma mujer, la repudió, y habiendo los giorhomitas ido a habitar también cerca de la Meca, contrajo matrimonio con Sameh, la cual, como hubiese llegado su suegro a pedirle hospitalidad, le colmó de cuidados sin conocerle.

La giorhomita, que había sacado una piedra de su tienda para que desmontase con mayor facilidad, quedó admirada de ver que los pies del anciano habían dejado impresas sus huellas sobre la piedra; entonces Abraham la dijo: “Ponla aparte porque con el tiempo será venerada” y luego cuando ya iba a ponerse en camino, añadió: ”Cuando Ismael vuelva dile: Abraham te saluda y te aconseja que conserves el asiento de tu casa (tu mujer) porque no podrás encontrar otra mejor”.

Pasados muchos años de este suceso, Ismael murió dejando doce hijos, que siguieron la verdadera religión.

Cuando Ismael no había aún cumplido los treinta años, su padre le había visitado en la Meca y le había ordenado fabricar un templo. Este fue construido todo de piedra con una anchura de veintidós codos, una longitud de treinta y uno y una altura de nueve. Ismael se hizo cargo de su custodia y después de él, Nabid el mayor de sus hijos; pero a la muerte de éste el rey de los giorhomitas Al-Harit, hijo de Modas, fue el que se constituyó en guardián del templo.

Este rey estableció que todos cuantos entraran en la Meca por sus dominios, pagasen el diezmo de las mercancías que llevaran, y habiendo sido su conducta seguida por Es-Sameyda, hijo de Huba, rey de los amalecitas que gobernaba en el lado opuesto, surgieron entre ambos soberanos rencillas que convirtiéndose en cruda guerra, sólo terminaron con la derrota de los primeros que compraron la paz entregando la guardia del templo. Sin embargo muy luego volvieron a perderla y los giorhomitas la poseyeron durante un espacio de más de trescientos años.

En tiempos de Modad, nieto de Al-Harit, los árabes de antiguo origen, los aditas, abil, temuditas, giadis, amalecitas, giorhomitas, etc., desaparecieron sin que restasen de los antiguos árabes sino aquellos que descendían de Aduan y de Kaletán.

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