Los animales según la zoología

Organismos vivientes cuyas partes constitutivas son pequeñas porciones materiales de dimensiones definidas, visibles al microscopio y compuestas de sustancias orgánicas que en su mayor parte no se pueden formar más que en los organismos vivientes: estas partes constitutivas se han denominado elementos anatómicos.

En su forma más sencilla el organismo animal consiste en una sustancia amorfa de naturaleza albuminosa llamada protoplasma, que forma una especie de gelatina homogénea, en la cual se hallan diseminadas granulaciones muy finas.

Hay animales que están constituidos únicamente por esta sustancia; tal sucede, por ejemplo, con los amibos. En un grado de organización más elevado, el protoplasma se transforma en elementos anatómicos distintos que llevan el nombre de células, fibras, etc., y estos elementos, llamados figurados, forman, asociándose, tejidos y órganos o instrumentos vitales cuyo conjunta constituye el animal.

La consideración de que el animal es un organismo o sea un compuesto de órganos que poseen actividades peculiares, basta para distinguir el animal del ser inorgánico mineral o inanimado: pero la diferencia con los vegetales es más difícil de establecer. Esta diferencia se encuentra en la estructura anatómica, en la manera de ser de sus elementos constituyentes y en las diferenciaciones de estos, pero tomados todos estos caracteres en conjunto mejor que considerados uno por uno.

Linneo en 1725 distinguía los tres reinos de la naturaleza con el axioma siguiente: Las piedras crecen, los vegetales crecen y viven, y los animales crecen, viven y sienten. Pero esto, que podía ser incontrovertible y suficiente cuando la multitud de pequeños organismos era completamente desconocida, hoy no lo es.

“Nada parece más fácil —dice Cuvier— que definir el animal; todo el mundo le concibe como un ser dotado de sensaciones y de movimientos voluntarios; pero cuando se trata de determinar si un ser que se estudia, es o no un animal, empiezan las dificultades y se ve que esta definición es muy difícil de aplicar”.

Si en lugar de considerar el animal solamente desde el punto de vista anatómico, es decir, en estado de reposo, se le considera en estado dinámico, o sea bajo el concepto fisiológico, puede decirse con Robín: “el animal es un ser viviente que se nutre, se desarrolla, se reproduce, siente y se contrae”.

Es, pues, la contractilidad el signo manifiesto de la animalidad. De aquí la definición del gran Lamarok: “El animal es un cuerpo viviente dotado de partes irritables, contráctiles instantánea e iterativamente sobre si mismas, en otros términos, un cuerpo vivo contráctil”.

Sin embargo, no se puede formar una idea verdaderamente concreta de lo que es el animal y de las diferencias que presentan comparados con el organismo vegetal, más que haciendo un detenido paralelo entre las dos series de organismos.

Volver a ANIMAL – Inicio