Los anillos de los cristianos primitivos

Los primitivos cristianos, por imitar especialmente a los hebreos, admitieron el uso del anillo, desde el tiempo de los apóstoles. Eran sortijas de oro, plata y piedras preciosas, y según los escritores sagrados, la costumbre de llevarlas tan ricas degeneró en abuso que no tardaron en condenar los Doctores de la Iglesia.

Pero las sortijas comunes, halladas en las tumbas cristianas, son de marfil, sin adornos, habiéndose supuesto que pudieran hacerse como objeto funerario.

También se han recogido sortijas muy sencillas de bronce o de hierro; pero la serie más rica de anillos cristianos, es la de los signatorios de que se hablará en particular.

De las sepulturas francas, germánicas y sajonas ha recogido el abate Cochet muchas sortijas de bronce y algunas de oro y de plata, que por lo general estaban puestas en los dedos de los difuntos.

Los primeros cristianos hicieron mucho uso de los anillos para sellar. De ellos habla San Clemente de Alejandría, y principalmente de los que contenían símbolos en el chatón o piedra, que eran, según él, el mejor sello de un discípulo de Cristo. Dichos símbolos son la paloma, el pez, la nave, la lira y el áncora, acompañados de emblemas o atributos. Aunque no los menciona San Clemente también usaron las siglas A y O, el monograma del nombre de Cristo, el Buen Pastor y otros. Asimismo suelen verse: el busto del Salvador, joven e imberbe, su imagen junto a la de su madre y San Juan, San Pedro y San Pablo y otros santos; lemas místicos, entre los cuales abunda el Deusdedit, vivas in Deo, (Deodato, vive en Dios, o nombres propios, siendo frecuente que la placa metálica en que están grabados afecte la forma de una planta de pie, como uno muy conocido con el nombre de Fortunato.

Hay unos anillos signatarios cristianos, sumamente raros, por estar unida a ellos verticalmente una llave (annuli ad claves o adverum custodiam) que servía para abrir y cerrar cajitas; sin duda con el fin de que esa llave no se perdiera se llevaba con el anillo en el dedo, y después de cerrar con ella, sellaban con el chatón.

También los paganos usaron esta clase de anillos. De los cristianos, algunos tuvieron carácter de amuletos y los soberanos pontífices se los enviaban a los príncipes a modo de reliquias; eran de oro y estaban tocados a los cuerpos de San Pedro y San Pablo.

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