Los ángeles según la teología

No solamente los católicos, sino también casi todos los disidentes cristianos, como también los israelitas y musulmanes, admiten la existencia de espíritus inteligentísimos, incorpóreos, invisibles y superiores a los hombres, que asisten a éstos a las Órdenes de la Divinidad.

Su etimología griega, y en hebreo malachim, significa mensajero.

Entre los israelitas negaban la existencia de ellos los saduceos, que eran materialistas que no admitían la existencia de espíritus. Los negaron también los anabaptistas y socinianos, como los niegan asimismo los racionalistas y aun algunos espiritistas que sólo admiten la transmigración de las almas.

El Concilio de Nicea definió ya la veneración debida a las imágenes de los ángeles y los santos: Veneramur imagenes sanctorum et incorporeorum angelorum. El IV de Letrán definió la creación de los ángeles al par de la de los hombres al principio del inundo:

En la imposibilidad y aun inutilidad de tratar todas las cuestiones que acerca de la naturaleza angélica agitan los teólogos, parece lo más sencillo y oportuno acumular brevemente los textos de la Sagrada Escritura más manuales y citados, acerca de sus ministerios.

— Los ángeles son superiores a los hombres: Minuisti cum paulo minus ab Angelis. (Salmo 8; San Pablo a los hebreos, cap. II.)

— Ven a Dios de continuo, aunque sean custodios de los párvulos: Angeli corum semper vident faciem Patria mei. (San Mateo, cap. XVIII.)

— Son custodios de los hombres: Angelis suis mandavit de te ut custodiant te in omnibus viis tuis. (Salmo 90 alegado por San Mateo y San Lucas.

— Son espíritus puros e incorpóreos: Qui lita angelos suos spiritus. (Salmo 102; San Pablo a los hebreos, cap VII).

— Son enviados y mensajeros de Dios para comunicarse con los hombres: Missus est Angelus Gabriel… Ego Jesus missi Angelum meum testificare. (Apocalipsis, cap. XXII y en frecuentes parajes.)

— Satanás se transfigura en ángel de luz. (San Pablo, 2. a Epíst. a los de Corinto, II.)

— Hubo ángeles malos: In Angelis cutis rsperit pravitatem. (Job, cap. IV.)

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