Los almanaques de pergamino y papel

Se destruyen y estropean con tanta facilidad los almanaques, a causa del uso constante a que se les somete, por lo que se comprende el empleo de una materia resistente como la madera.

Los de pergamino y papel que se remontan al siglo xvi son muy raros, así que entre los que pertenecen a la Edad Media cristiana, el más antiguo que se conoce es el de Estrasburgo, que data de fines del siglo x o principios del xi, publicado por Beckio en 1687 bajo el título de Martyrologium Ecclesiae Germanicae, calculado con carácter general y no para un año particular y determinado.

Luego viene un calendario en latín para el año 1149 que se conserva manuscrito en la biblioteca Vadiana de Saint-Gall.

A partir de este momento aparecen los almanaques compuestos ya para años determinados, mezclados con los libros del año, que sólo tenían carácter general; entonces se publicaron los anuncios de las lunaciones, eclipses, conjunciones de planetas y curso de los astros errantes. Se conserva en la biblioteca imperial de Viena un manuscrito cuya escritura es del siglo xiii, que contiene una noticia sucinta del curso de los planetas para el año 1285.

El célebre Rogerio Bacón hizo por su mano un almanaque para 1292 calculado con las tablas toledanas de Arzaquel, del que existen dos ejemplares, uno en el Museo Británico de Londres y otro en la biblioteca bodleiana de Oxford.

En esta misma fecha de 1292 empieza también un almanaque para veinte años, cuyo autor se llamaba en latín Guillelmus de Sancto Clodoaldo (Guillermo de San Claudio), que puede verse en la biblioteca nacional de París; desde entonces se hicieron almanaques que servían de una vez para diez, veinte o treinta años; una parte general servía para todos los años y luego a cada uno estaba dedicado un pequeño cuadro con las fiestas movibles y los fenómenos variables.

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