Los acrecentados

Se llamaban así, en nuestra legislación, los oficios públicos que se creaban después de haber fijado el número de los que debía haber. Sabido es que la Corona, como medio de allegar recursos, enajenaba los oficios de procurador, escribano, relator, etc., etc.

Antes de la enajenación se fijaba el número de los oficios para cada población. Mas las nuevas exigencias obligaban a la Corona a crear nuevos oficios y a enajenarlos, y a estos se los llamaba acrecentados.

El aumento de oficios disminuía los rendimientos y los que se creían perjudicados o agraviados por haber faltado la Corona a las condiciones, expresas unas veces y tácita otras, de la enajenación, protestaban y unían sus voces a las del país que se quejaba de que el exceso de oficios robaba los brazos a la agricultura y al comercio.

Los monarcas con frecuencia oían las quejas y ofrecían poner término al mal no haciendo nuevas creaciones y procurar que se consumiesen los acrecentados.

La repetición de las quejas, prueban el incumplimiento de las promesas reales.

También se llamaron acrecentados, los que sobre las gracias que disfrutaban obtenían otras nuevas.

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