Lavado de las raíces para la elaboración de azúcar de remolacha

Para esta operación se emplean unos aparatos especiales llamados lavadores.

Las remolachas se vierten en una tolva que suelen llevar en la parte superior, cayendo al interior de un cilindro hueco, hecho de listones de madera o de hierro, o bien cubierto de agujeros, que permiten en uno y otro caso la entrada del agua, a fin de que arrastre la tierra, impidiendo la salida de las raíces.

Estos cilindros suelen tener 3 metros 10 centímetros de longitud, y 1 a 1,20 metros de diámetro, sumergiendo por la parte más baja hasta unos 20 o 20 centímetros en la caja llena de agua.

Puesto en movimiento rotatorio, las raíces son arrastradas por las paredes interiores, elevándose en ollas hasta cierta altura para caer de nuevo, produciendo así un frotamiento continuo.

En muchas fábricas prefieren los lavadores con tornillo de Arquímedes que facilitan y simplifican bastante el trabajo.

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