La sal marina, la ceniza y el hollín como abonos

La sal marina es sustancia que se ha empleado como abono desde los tiempos primitivos. La sal favorece la vegetación y da productos de muy buena calidad. Los prados que se abonan con sal, tienen gran fama por la cantidad y la calidad de su forraje y por la sustanciosa carne de las reses que en ellos pastan, máxime cuando esas reses pertenecen al ganado lanar.

La sal marina ha de ser desleída en agua, y debe usarse a razón de 350 kilos por hectárea. También puede extenderse mezclada previamente con el estiércol. De todos modos, debe emplearse únicamente en los terrenos arcillo-calcáreos, fértiles y frescos o algo húmedos, pues en los silíceos y secos puede ser perjudicial.

Las cenizas de turba, carbón de piedra y, en una palabra, las de todos los combustibles minerales, son asimismo abonos muy excelentes que, aplicados en dosis convenientes y en circunstancias bien estudiadas, dan siempre muy buenos resultados.

Las cenizas de vegetales suelen ser excelentes abonos alcalinos y fosfatados cuando no han sido lavadas; pues de lo contrario, pierden el carbonato alcalino y sólo obran como abonos fosfatados. Pueden repartirse directamente sobre el terreno o estratificarlas en el estiércol, siendo este último medio el preferible, porque favorecen y regularizan la fermentación. Lo mismo puede decirse de las demás cenizas. La dosis media en que pueden emplearse es de 25 hectolitros por hectárea.

El hollín, por la variedad de materias de que está compuesto, constituye tino de los abonos mejores y más adecuados para toda clase de terrenos. Por su misma complejidad de composición podría ser considerado como un abono mixto, pero por su relación con el carbón y las cenizas se indica en este lugar. En Inglaterra, donde es muy fácil proporcionarse grandes cantidades de esa sustancia, lo emplean los labradores en la proporción de 36 hectolitros por hectárea.

Las cenizas negras del sulfuro de hierro tienen también aplicación como materias fertilizantes, y su acción es muy variada, obrando a la vez como enmienda y como abono, puesto que a la par que modifican la composición química del suelo (acción de los abonos), modifican sus propiedades físicas (acción de las enmiendas). Efectivamente, las cenizas negras del sulfuro de hierro influyen:

1° Por su color negro mate, en el caldeamiento del terreno.
2° La combustión paulatina del sulfuro de hierro encerrado en ella, aumenta el calor de la tierra y produce electricidad.
3° La acción producida por los sulfatos de hierro y de alúmina, sales ambas solubles en el carbonato de cal contenido en el terreno, da lugar a la formación del sulfato de cal y al desprendimiento del ácido carbónico, que ejerce gran influencia en la nutrición de los vegetales.

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