La literatura árabe

Aparte de condiciones internas imposibles de apreciar por los extraños a una literatura; existen circunstancias exteriores, que ayudan a juzgar de su importancia; tales son entre otras la cantidad de obras escritas, la extensión del poder del pueblo, que la ha desarrollado y su duración histórica. En todas estas tres condiciones la literatura árabe presenta una incontestable superioridad sobre cuantas se ofrecen a nuestro estudio.

Respecto de la primera, ninguna literatura de Occidente ha conservado de las épocas de su florecimiento un caudal superior de obras escritas, ni un número tan considerable de escritores. V. Hammer-Purgstall, en los siete tomos publicados de su Historia de la literatura de los árabes (en alemán), incluye 9.915 artículos sobre autores ilustres en el período que se extiende desde un siglo antes de Mahoma al año de 1258. Hagi Haifa sin agotar la materia daba cuenta, a mediados del siglo xvi, en su Diceionarie bibliográfico, de 15.000 obras notables.

Mientras preciadas literaturas de Europa apenas logran inventariar un ciento de autores distinguidos por cada siglo de su glorioso pasado, la literatura arábiga conserva las obras y recuerdos de muchos millares. Los restos de su prodigiosa elaboración, no reproducidos aún por el arte tipográfico, son todavía respetables, comparados con las riquezas de todo género acumuladas en nuestras bibliotecas. Éstas se hallan muy lejos de tener siempre el interés de los depósitos de la cultura arábiga. Encerrando en gran parte un fondo común de libros clásicos historias y textos científicos, que se hallan de la misma manera en todas las bibliotecas europeas, no compiten con las de Oriente en el número de obras autógrafas y ejemplares únicos de inestimable valor.

Particularmente sorprende la inagotable fecundidad del genio árabe en la poesía. Entre nosotros, pueblos consagrados desde antiguo al cultivo y fomento de los intereses materiales, las dotes poéticas son cualidades privilegiadas, flores para cuya producción se necesitan condiciones nada comunes: entre los árabes, aunque la alta poesía sea considerada especialmente como un don del cielo, la facultad poética en general es patrimonio de todos.

De aquí las extrañas distinciones que hacen los escritores de su historia literaria, de poetas, reyes, príncipes, generales y gobernadores, etc., clasificación que si parece pueril en cierto sentido, en otro es la mejor característica del fondo general de esta literatura.

Ni parece menos interesante por la extensión del territorio en que se ha cultivado y por los numerosos pueblos que han abrazado su cultura. En este respecto ninguna literatura, antigua ni moderna, puede lisonjearse de llegar a ser colocada al lado suyo. Los árabes, observa con razón V. Hammer, son los romanos del Oriente; pero ni el pueblo rey, ni su maestro el griego lograron imponer su idioma a tan diferentes pueblos como han adoptado la lengua árabe. Dominando el árabe por sus conquistas desde el Atlántico al mar de las Indias si no ha llegado a la remota Tule, ha penetrado más allá que el romano en el interior del África.

Volver a ÁRABE – Inicio