La escultura y la pintura como bellas artes

La Escultura ocupa puesto más elevado bajo todos aspectos: ella también da forma a la materia inerte con sus tres dimensiones, pero sin sujeción al rigorismo de las leyes geométricas, porque lo que ella modela e idealiza es el cuerpo organizado y viviente, en particular el cuerpo humano con sus bellas proporciones, su más alta significación y su expresión total; lo que ella reproduce, idealizándola, es la hermosura de sus líneas y de sus actitudes, su apostura y la expresión superior del pensamiento en las facciones del semblante. La Escultura, por otra parte, libre de todo vínculo de utilidad material, no tiene otro objeto que lo bello, ni más fin que la expresión del ideal.

Y sin embargo, este arte no representa ni los sentimientos íntimos del alma, ni los caracteres, ni pasiones determinadas. Dar carácter individual a sus obras sólo le es permitido con cierta generalidad y dentro de la medida en que puede el cuerpo expresarlo en un momento dado, en una situación instantánea y fugaz. Bajo este aspecto la Escultura es inferior a la Pintura.

La Pintura posee medios de expresión superiores y más numerosos; a la forma agrega el color. Para ella la forma no es más que la apariencia visible en dos de sus dimensiones. Con el auxilio de la perspectiva, de los juegos de luz y sombras, distribuyendo los colores, agrupando las figuras, etc., puede la Pintura no solamente reproducir los múltiples cuadros de la naturaleza, sino también expresar los sentimientos más hondos del alma y todas las escenas de la vida moral.

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