La escuela pitagórica en la astronomía griega

De la Escuela jónica salió el jefe de otra escuela mucho más famosa, Pitágoras, nacido en Samoa, hacia el año 500 antes de nuestra era. La astronomía pitagórica, tal como la expone Filolao, merece fijar nuestra atención.

Según los pitagóricos, debe pertenecer el lugar más noble del universo a la cosa más noble; la cosa más noble es el fuego, el lugar más noble es el centro y la periferia extrema del cielo; luego alrededor del mundo hay un fuego que conserva la esfera de las fijas, y en el centro del mundo hay otro fuego a cuyo alrededor giran los diez cuerpos divinos, formando coro; estos diez cuerpos divinos son, en primer lugar, las estrellas fijas, luego los planetas Saturno, Júpiter, Marte, Venus y Mercurio; después el Sol y la Luna, y, finalmente, debajo de la Luna, la Tierra y debajo de ésta el antictono.

La Tierra se mueve, pues, circularmente, arrastrada alrededor del fuego central como uno de los astros y sobre un círculo oblicuo como el Sol y la Luna; además está animada por un movimiento sobre sí misma alrededor de la línea inmóvil de los polos, movimiento que produce el día y la noche. El Sol que la alumbra no tiene luz propia, sino que es un cuerpo de naturaleza vidriosa que recibe del fuego central la luz y el calor y no hace más que transmitirla. La Luna está también dotada de poder reflector y sus rayos son reverberación de los del Sol; es semejante a una Tierra y está habitada como la nuestra. A la interposición de la Luna se deben los eclipses de Sol y a la interposición de la Tierra o del antictono se deben los eclipses de Luna.

Se ve que a la importante verdad de la movilidad de la Tierra van unidas tres ficciones en el sistema de Filolao: ficción del fuego externo, ficción del fuego central y ficción del antictono.

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