La escolástica como filosofía de la abstracción

Además de la abstracción espontánea y reflexiva, se enumeran por psicólogos y lógicos múltiples clases de abstracción y aun variedad de grados en su desarrollo. La Escolástica, que es la filosofía de la abstracción, la que revistió de formas abstractas una realidad creída, no libremente investigada, llegó a distinguir tres clases correspondientes a los órdenes de lo inteligible (Física, Matemáticas y Metafísica); distintas a su vez del orden real, en el cual comprendían otras ciencias filosóficas (Lógica y Moral).

La Escolástica funda con Santo Tomás y Suarez la facultad de abstraer en la inmaterialidad del espíritu y llevada en sus derivaciones naturales por una tendencia creciente e invasora de divisiones y subdivisiones, faltó con excesiva frecuencia a la regla fundamental de la abstracción. Consiste esta regla en precavernos contra la invasión de la imaginación (que pretende erróneamente identificar lo concreto con lo inteligible) en el dominio de la abstracción, convirtiendo arbitrariamente fenómenos en seres (así consideraba la antigua física al aire, al fuego y a la humedad) y prestando una existencia sustancial a puras modalidades (especies sensibles e inteligibles y otras entidades escolásticas).

“La imaginación — dice la antigua Enciclopedia —convierte la abstracción en causa de error, porque tiende a dar una existencia real a las concepciones abstractas de nuestro espíritu; así es como la poesía personifica el amor, la belleza, la sabiduría, etc. “

Contribuye en primer término al error de realizar las abstracciones el lenguaje. Separadas mediante la abstracción las cualidades del todo a que pertenecen, reciben de momento una existencia aislada, aparte, que el signo completa y fija con caracteres permanentes. Además, muchas ideas de modos o cualidades (color, forma) son expresadas por sustantivos; y como en muchos casos los sustantivos significan objetos concretos y sustancias reales, el hábito nos lleva a considerar erróneamente las abstracciones como sustancias y cosas en sí.

De esta suerte el carácter de nuestros actos espirituales, ser conscientes, considerado aparte y expresado por el adjetivo consciente y después por el sustantivo conciencia, se ha elevado a una entidad real con existencia propia e independiente. De esta ilusión de tomar abstracciones por realidades, procede el error del realismo de la Edad media.

Pero a veces no sólo se realizan, sino que se personifican las abstracciones; así acontece en la psicología, señaladamente en la escocesa, donde el polismo indefinido de facultades es considerado como un enjambre de personas o entidades que constituyen aquella ciencia en especie de psicología feudal, según dice Saint Mill, y su objeto en verdadera danza macabra de representaciones entitativas, que cuando no rifen cruentas batallas, desfilan con el inflexible rigor de maniquíes en un formalismo estéril. Y aun puede seguir su marcha la lógica del error, llegando a divinizar las abstracciones; así para los Eleatas, los Pitagóricos y Alejandrinos, el Dios Supremo es la unidad, es decir, una abstracción. De estas abstracciones divinizadas está lleno el Olimpo griego.

Aparte este peligro del abuso de la abstracción, imputable principalmente al desarreglo de nuestro poder imaginativo, implícito queda en lo dicho que la razón discursiva no puede obtener fruto para la organización del conocimiento en sistema científico, sin el eficaz auxilio de la abstracción.

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