La enseñanza de artes y oficios en España

Para aumentar esta importantísima fuente de la riqueza pública, se pensó a principios del presente siglo en que el Estado proporcionase a las clases de obreros y artesanos instrucción adecuada, y por Real orden de 18 de agosto da 1824 fue creado el Conservatorio de Artes y Oficios, que, con el nombre de Escuela central de Artes y Oficios, afortunadamente aun subsiste.

Este instituto fue en su principio como un depósito de máquinas e instrumentos artísticos y un taller de construcción para promover la mejora y adelantamiento de las operaciones industriales, tanto en las artes y oficios como en la Agricultura.

Utilísimo siempre este establecimiento desde el momento de su creación por la idea que le inspiró, ha llegado en el día a ser una gran escuela teórico-práctica de comercio, artes y oficios, por las reformas que en él se han ido sucesivamente estableciendo, principalmente en los años 1850, 1855, 1889, 1871 y 1876, en el último de los cuales se establecieron siete secciones para poder dar instrucción hasta a 4 000 alumnos.

Hay clases para los estudios propios del profesor mercantil y enseñanzas para artesanos, dándose lecciones de día y de noche, sin exigirse pago de matrícula ni derechos de ninguna clase, pues tiene la escuela consignados fondos para talleres, pensiones para artesanos y premios ordinarios y extraordinarios.

Las enseñanzas de artesanos comprenden las asignaturas de Aritmética y Álgebra, Geometría y Trigonometría, Mecánica industrial, Física experimental, Química orgánica e inorgánica, idiomas francés e inglés, y las clases gráficas de dibujo geométrico y artístico, modelado y dibujo general aplicado.

El Gobierno, al tratar de mejorar y complotar la organización de las Escuelas de Artes y Oficios, ha obedecido al pensamiento de establecer el equilibrio que debe existir entro la instrucción de las clases acomodadas y la de las que no lo son, concediendo al trabajo un apoyo semejante al que de él obtienen las profesiones liberales; y se ha propuesto también que las escuelas del Conservatorio sirvan de modelo a las que se establezcan en las provincias.

Ha considerado, y así lo declara el preámbulo del Real decreto de 20 de octubre de 1876, que en el ramo de instrucción pública no hay cuestión que presente tanto interés de actualidad, ni que sea de tanta importancia para el país, como la que se refiere a la enseñanza de las clases trabajadoras, representadas por seis millones de españoles, a los cuales es indispensable proporcionar instrucción y cultura para que en la escasez de sus re cursos no se abandonen a las rutinas de su oficio. Aspirase a que puedan los artesanos emplear con fruto su iniciativa personal y atender con desahogo a sus necesidades y las de sus familias, y fomentar la industria nacional, produciendo en determinadas condiciones genios como loa que han impreso carácter a la cultura material de nuestro siglo, muchos de los cuales no han sido hombres de ciencia y de teorías aprendidas en aulas, sino hombres de tino práctico y experimental que se formaron respirando la atmósfera de los talleres y de las fábricas.

A pesar de los buenos deseos del Gobierno, existe en España una lamentable desproporción en los jóvenes de las clases inferiores de la sociedad, entre los que se dedican a aprender oficios mecánicos y los que se consagran al estudio de las profesiones liberales y de las Bellas Artes.

Un país como el nuestro, tan necesitado de buenos industriales, no ha menester tantos abogados, tantos literatos y tantos artistas: muérense de hambre muchos de estos o por falta de talento, o porque no pudieron de jóvenes dedicarse con la debida extensión a sus estudios por carecer de medios, porque las carreras de Facultades y de Bellas Artes son muy costosas, mientras que, dedicados a las diferentes artes industriales que se aprenden a poca costa con el auxilio que el Estado proporciona, hubieran podido labrarse una posición desahogada enriqueciendo al país de industrias que hoy se ve precisado a importar de otras naciones.

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