La decadencia de los autos sacramentales

¡Lástima que éstos y otros felicísimos rasgos líricos de Calderón sufran injusto olvido por hallarse sepultados en la inmensa balumba de sus autos sacramentales que apenas nadie lee!

Tienen (es cierto) toda la frialdad inseparable del arte alegórico. Adolecen de la yerta monotonía que comunican siempre al arte las generalizaciones y las abstracciones. Este amor desordenado a los conceptos puramente intelectuales, dependía del influjo preponderante que aún conservaba la Filosofía escolástica, a pesar de los rudos golpes que le habían asestado primero loa nominalistas, y después nuestro Gómez Pereira, sosteniendo que no se habían de multiplicar los entes sin necesidad, y que la figura, v. gr., no era distinta de la cosa figurada.

Pero el nominalismo vegetaba oscuramente en pocas escuelas: sólo el realismo más o menos templado es el que predomina e influye en el arte, y en este concepto desastrosamente. ¿Quién hará personajes dramáticos al Placer y al Pesar, al Amor Propio y al Entendimiento Agente?

Puede decirse que este género murió con Calderón. Sus amigos y sus discípulos, Moreto, Dances Candam y Zamora, no trajeron ningún elemento nuevo al drama sacramental. A duras penas acertaron a conservar los que Calderón había dejado. Algunos, como Moreto, quizá se acercaron en demasía al drama profano.

Además, el género cayó muy pronto, como no podía menos de caer, en monotonía extraordinaria. Por su índole misma, los argumentos se agotaron rápidamente, y ya a principios del siglo xviii, en vez de componerse autos originales, sólo se representaban los de Calderón. Así llegaron los autos hasta el año de 1763, fecha de la prohibición decretada por los ministros de Carlos III, si bien en ciudades retiradas y de corto vecindario continuaron algún tiempo más.

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