La decadencia agrícola en la Edad Media

Después de la caída del Imperio romano, no fueron las continuas revueltas de la Edad Media ocasión propicia para hacer salir a la agricultura europea de la decadencia en que se encontraba en Europa al finalizar del siglo v, tanto más, cuanto que las condiciones de inferioridad en que se tenía colocada a la población rural impedía todo estímulo y todo progreso en el desarrollo agrícola.

Hasta el siglo xv, no empezó a darse a la población agrícola las consideraciones merecidas, ni a procurarse el estudio y el fomento de la producción de los campos. Entonces fue cuando empezó a considerarse por los Gobiernos que la agricultura era de capital importancia para las naciones, y cuando empezaron a aparecer los grandes tratadistas, como Alonso Herrera, en España, Conrado Heresbach, en Alemania, Fitzherbert y Thomás Tusser, en Inglaterra, y Olivier de Serres en Francia, que fueron los precursores de otros muchos.

Paralelamente a este movimiento bibliográfico, la situación de la agricultura experimentaba grandes alternativas. Durante el siglo xvi y el principio del xvii la nobleza y el clero fueron los principales propietarios del suelo; vivían en sus tierras, en medio de sus gentes, a la vista de sus explotaciones agrícolas y por lo tanto la vida era más tranquila y más económica que lo fue después; por otra parte las comunidades religiosas dieron al cultivo un gran impulso, pero impulso inteligente, como que era el fruto de una larga experiencia trasmitida de generación en generación.

Pero en los siglos xvii y xviii cambió completamente este estado de cosas. El atractivo de los placeres de las Cortes, el deseo de brillar en las capitales, el frenesí de lujo y la pasión de la intriga reemplazaron al amor al trabajo, y la esperanza de llegar a conseguir grandes riqueza, y puestos elevados adulando al Soberano, llevaron a la nobleza a descuidar el cultivo de sus tierras, a talar sus bosques, a renunciar a la cría de sus caballos y de sus ganados y por último a hipotecar sus propiedades. Las ordenes religiosas, por su parte, olvidaron el camino de las mejoras que sus predecesores habían perseguido para consagrar sus inmensos recursos a construcciones fastuosas o a obras urbanas. De forma que la vida agrícola se hallaba completamente abandonada fines del siglo xviii, a pesar de algunas tentativas aisladas que de cuando en cuando se habían efectuado, lo mismo en Francia con Turgot, que en España con Jovellanos.

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