La atracción universal y la atracción molecular

La mutualidad de la atracción y la proporcionalidad bien comprobada entre la intensidad de esta fuerza y la masa del cuerpo que la ejerce, demuestran claramente que es propia de cada molécula y que todas participan de ella con independencia unas de otras, y con igual energía, salvo la diversidad de distancias.

“Si el Sol, dice Laplace, no obrase más que sobre el centro de la Tierra sin atraer cada una de sus partes, resultarían en el Océano unas oscilaciones incomparablemente mayores y distintas de las que ahora observamos; la gravedad de la Tierra hacia el Sol es, pues, resultado de las gravedades de todas sus moléculas”.

Así la gravitación molecular es la única real, y la de las masas sólo puede ser su resultado matemático; la atracción newtoniana, en su grado más alto de generalidad, debe enunciarse del siguiente modo:

Todas las moléculas de la materia se atraen mutuamente en razón directa de las masas y recíprocamente al cuadrado de las distancias.

Mas ¿cómo puede resultar en la atracción de los cuerpos celestes una fuerza única de una infinidad de acciones elementales? Fundó Newton sobre esta composición de las atracciones moleculares de dos astros en una sola resultante, diversos teoremas que se apoyan en la forma casi exactamente esférica de todos los astros; demostró que suponiendo una envoltura esférica en la que obren todas las moléculas por atracciones en razón inversa del cuadrado de las distancias sobre una molécula situada más allá, a una distancia cualquiera, la atracción total que resulta de todas las atracciones particulares es igual, con relación a la molécula atraída, a que todas las moléculas atractoras se encontrasen reunidas en el centro de la envoltura esférica que constituyen. Pues si se imagina que todas vayan a colocarse en ese punto, las atracciones de las que estaban más próximas de la molécula atraída que del centro, disminuyen necesariamente a causa del aumento de distancia, mientras que las atracciones de las que estaban más distantes de la molécula atraída que del centro, aumentan en virtud de una distancia más pequeña; así se establece una compensación entre las atracciones decrecientes y las que adquieren incremento, de modo que la suma de las fuerzas conserva su valor primitivo.

Ahora bien, puede considerarse una esfera como un conjunto de envolturas esféricas superpuestas, a cada una de las cuales se aplica el mismo razonamiento, y resulta que la atracción total de esta esfera sobre una molécula externa es exactamente la misma que si la masa entera de esa esfera se condensase en su centro. Si se sustituye a la molécula externa otra esfera, ambas se atraerán mutuamente en razón directa de sus masas e inversa del cuadrado de las distancias de los dos centros. El teorema que tan a la ligera hemos descrito, es muy notable, porque da la preciosa facultad de considerar los cuerpos celestes como simples puntos pesados, en el estudio de sus movimientos de traslación.

Volver a ATRACCIÓN – Inicio