La atracción universal en astronomía

Están solicitados todos los cuerpos terrestres por una fuerza llamada gravedad que obra en cada lugar normalmente al plano del horizonte; puede concebirse la gravedad, que algunos llaman pesantez, como una fuerza atractiva, como una atracción que ejerce toda la masa terrestre sobre los objetos colocados en su superficie, y que se dirige de un modo sensible al centro de esa masa, dejándose sentir sobre la superficie del suelo hasta una altura indeterminada.

Por inducción es dado suponer que la atracción se extiende más allá de los límites que podemos alcanzar, y que obra sobre los astros, pero decreciendo a medida que están más lejos.

Por otra parte, es probable que todos los astros presenten fenómenos análogos, que exista una gravedad en su superficie, que se dirija hacia el centro y que obre a una distancia cualquiera sobre todos los demás cuerpos celestes.

Guiándose por estas inducciones llegó Newton a sospechar que los astros se atraían mutuamente, que sus movimientos se determinan por las acciones que ejercen unos sobre otros y que el mundo se rige por fuerzas procedentes de una causa única que es la atracción.

La atracción universal redujo a una sola las tres leyes empíricas de Kepler, aplicándoles los teoremas de Huyghens de las fuerzas centrales y colocándolas dentro de las leyes de la gravedad terrestre descubiertas por Galileo: es el tipo por excelencia de la generalización científica, y aparece como el punto central y cúspide donde vienen a convergir y reunirse las conquistas anteriores de la Astronomía, de la Mecánica y de la Física.

El descubrimiento de la atracción universal suponía como datos necesarios las leyes de los movimientos celestes, las de las fuerzas centrales y las de la caída de los cuerpos, o de otro modo, las leyes astronómicas de Kepler, las mecánicas de Huyghens y las físicas de Galileo, llevaron a la atracción universal.

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