La atmósfera y la distribución del calor en la Tierra

Las propiedades físicas de la atmósfera influyen también poderosísimamente en la distribución del calor sobre la Tierra.

El foco de calor de que depende casi exclusivamente la temperatura en la superficie del globo es el Sol. La cantidad de calor que éste envía a la Tierra en un año, ha sido calculada por Pouillet como bastante a fundir una capa de hielo de 31 metros de espesor que cubriera la Tierra por completo. A pesar de ser esta cantidad tan extraordinaria, a causa del enorme calórico de fusión del hielo, el frío en esta superficie sería intolerable si no fuera por la atmósfera y sus propiedades caloríficas.

Ahora bien, la atmósfera es un cuerpo muy diatermano, especialmente en las capas superiores y para los rayos caloríficos luminosos, es decir correspondientes a las vibraciones más rápidas. Pero esta diatermancia va disminuyendo a medida que las capas son más bajas a causa del aumento de densidad y sobre todo de la presencia del vapor de agua; así que se calcula, según el mismo Pueiliet, que la atmósfera retiene de dos a seis décimas del calor total que el Sol envía, correspondiendo el primer número al caso en que los rayos caigan perpendiculares y el segundo al máximum de oblicuidad, pues es claro que la absorción del calor en igualdad de circunstancias es proporcional a la extensión de la atmósfera atravesada.

El resto del calor no absorbido llega a la Tierra, eleva su temperatura, evapora las aguas, se gasta en parte en la organización de los tejidos vegetales y aun una pequeña porción penetra poco a poco por conductibilidad en las capas más profundas.

Una cantidad muy notable del calor que llega a la Tierra es de nuevo reflejada por ésta a los espacios; pero como este calor ya ha efectuado en parte un trabajo sobre la superficie terrestre, la vibración calorífica se ha transformado haciéndose menos rápida, los rayos de calor que van a atravesar de nuevo la atmósfera son oscuros y si bien estos rayos caloríficos no son esencialmente distintos de los que el Sol envía, hay entre ellos las mismas diferencias que entre los sonidos graves y los agudos, y que entre distintos rayos coloreados que producen impresiones a la vista tan diversas; y esta diferencia de propiedades es aquí muy importante, pues la diatermancia de la atmósfera es mucho menor para estos rayos oscuros que para los luminosos, de tal suerte que no deja pasar ni una décima del calor que la Tierra radia hacia ella. Este calor se emplea en elevar su temperatura y por tanto después la de la superficie terrestre, manteniéndola en una gran extensión a la temperatura soportable en que se encuentra, y esta propiedad es un motivo más de que el aire sea causa de la vida de este planeta.

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