La armería en arqueología

Cuando en el siglo xvi alcanzó todo su apogeo la armadura de platas, cuando el arte y la industria la embellecieron con exornaciones preciosas, convirtiéndola de sencilla defensa en vestido de gala para el guerrero, y subiendo de precio vino a ser objeto de rico presente y preciada joya digna de admiración, aquellos arsenales que de abolengo existan en los castillos fuertes de la Edad Media, donde se guardaban las armas con que los señores, príncipes y poderosos, en un momento dado aprestaban sus mesnadas y ejércitos para la guerra, se convirtieron en Armerías.

Tales son las primeras colecciones de armas formadas por Luis XII de Francia en el castillo de Amboise, en 1502; por Enrique el Piadoso y Augusto I en Dresde, habiendo el último coleccionado desde 1553 a 1586, y por Felipe II de España en Madrid, en el local donde aun subsiste, hacia 1565.

Que entonces eran ya objeto de curiosidad estas reuniones de armas, donde figuraban no sólo las armaduras y armas defensivas del monarca coleccionador y de su tiempo sino las de sus antecesores y guerreros de épocas pasadas, lo demuestra la Inmortal novela de Cervantes quien en el capítulo XLIX de la primera parte de la misma pone en boca de Don Quijote las siguientes palabras:

“¿Pues quién podrá negar no ser verdadera la historia de Pierres y la linda Magalona, pues aun hasta hoy día se ve en la armería de los reyes la clavija con que volvía el caballo de madera sobre quien iba el valiente Pierres por los aires, que es un poco mayor que un timón de carreta? y junto a la clavija está la silla de Babieca…”

Noticia tan precisa, detallando hasta la colocación de los objetos, solo pudo adquirirla Cervantes, viendo por sí mismo dicha armería. Lo que podrán averiguar los cervantófilos, es si la vio cuando ya Felipe II había instalado la Armería en Madrid o antes, cuando existía en Valladolid, donde como es sabido residió.

No sólo los reyes, algunos magnates se aficionaron a coleccionar armas: Brantome dice que el mariscal Strozzi, al morir en 1558, dejo en Roma un gabinete de armas que ocupaba tres salas, llenas de armamentos para ir a caballo o a pie, según las modas francesa, española, italiana, alemana, húngara y bohemia, turca, árabe y salvajes, sobresaliendo por su rareza las armas a la antigua moda de los soldados y legionarios romanos; servía de complemento otro gabinete que había aparte, de toda suerte de ingenios de guerra, máquinas, fortificaciones, etc., representados en modelitos de madera. Añade el escritor francés que cuando volvió a ver estos gabinetes en Lyón, a donde los había transportado el hijo de Strozzi, estaban en un estado de abandono que le causó duelo y más aún el ver cómo se malbarató la colección.

Esta afición por las armas dio origen a las Armerías que aun subsisten en Europa.

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