La aristocracia en Navarra

En Navarra, la primera especie de nobleza era la constituida por los ricos-hombres, que se juzgaban descendientes de los caudillos que fundaron libremente la monarquía, por lo que consideraban que su dignidad era poco menor que la de los reyes.

Tras esta nobleza venía la de los caballeros, que siendo de origen noble recibían este título por gracia del rey como premio a sus servicios. Seguían los infanzones, hidalgos de nacimiento, que no habían sido investidos de caballeros. Y en el último rango de la aristocracia, se hallaban los infanzones de carta, labriegos a quienes el rey había hecho hidalgos y que eran más comidos con el nombre de infanzones de abarca.

Ricos-hombres, caballeros e infanzones asistían a las Cortes; mas los primeros, o nobles por excelencia, formaban el consejo de los doce (que ayudaba en el gobierno a resolver los asuntos difíciles, especialmente los de paz o guerra); gobernaban a nombre y en honor del monarca los pueblos de realengo; pretendían tener sobre sus tierras potestad absoluta; sólo podíais ser juzgados por su pares; y sus palacios tenían el privilegio de servir de asilo a los criminales, y estaban exentos de cuarteles y donativos.

La separación entre la clase aristocrática y la del pueblo era tan absoluta, que si algún hidalgo casaba con mujer villana, sólo por este hecho perdía la nobleza.

Los hidalgos podían no cumplir lo que prometiesen a un villano, y el noble acusado de hurto por un hombre del pueblo, era absuelto la primera vez, bajo juramento.

Los señores solariegos heredaban a sus villanos a falta de hijos y parientes, desde abuelo a primo hermano, y en lo mueble a falta de hijos.

Los villanos solariegos debían asistir a la guerra todo el tiempo que se les mandase, pagar a su señor los pechos acostumbrados, someterse a su jurisdicción, y no abandonarle sin dejar las heredades con morador, perdiendo lo mueble y exponiéndose a ser detenidos si volvían a la tierra.

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