Cataluña conoció varias jerarquías de la nobleza.

Hallábanse en primer término los condes o potestades, con mero y mixto imperio en sus tierras, que no podían ser feudatarios de nadie, con excepción de la obediencia debida al conde de Barcelona. Sin embargo, ya en el siglo xrix los hubo que eran vasallos de la corona aragonesa y tenían feudos del rey.

En segundo orden figuraban los vizcondes, que siendo en un principio sustitutos del conde en el gobierno y administración de justicia, igualaron más tarde su dignidad con la de los comitores.

En tercera categoría se contaban los balbasores, que eran los que tenían por vasallos cinco caballeros.

Existía una nobleza de segunda clase constituida por los caballeros, dotada de grandes privilegios; los donzells, hijos de caballeros, pero aun no investidos como tales; los generosos u hombres de paratge, descendientes de los soldados que lucharon con Borrell II contra los infieles, y a los que éste declaró iguales pares a los nobles.

La nobleza superior y la inferior formaban en las Cortes una de las tres condiciones de las mismas.

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