La apicultura racional

La apicultura racional se funda por completo en la obediencia absoluta a las leyes de la naturaleza.

El principio fundamental de la apicultura consiste en que el cuidado de multiplicar los individuos que constituyen el enjambre pertenece exclusivamente a un solo individuo, que es la reina. Después de su fecundación por un zángano, la madre puede hacer actuar o no, sobre el huevo que va a poner, el líquido seminal depositado en sus órganos por el macho.

En el primer caso, del huevo nace una obrera; en el segundo, un zángano: por consiguiente, la obrera tiene padre y madre, y el zángano madre solamente.

De esto resulta que en el cruzamiento de dos razas de abejas, las obreras son siempre mestizas, mientras que los machos pertenecen sin excepción a la raza de la madre. Así, pues, de la unión de una reina de raza italiana o amarilla, con un zángano de raza francesa o negra, nacen obreras o reinas mestizas y zánganos de raza italiana pura como la madre.

Este principio sirve para guiar al apicultor en los cruzamientos de las abejas con objeto de obtener castas en las que estén perfectamente desarrolladas las aptitudes que él prefiera.

Siguiendo fielmente el apicultor en sus operaciones una marcha completamente acorde con las necesidades orgánicas y las costumbres de las abejas, es como se convierte en verdadero rey del colmenar; las reinas, los zánganos y las obreras no son entonces más que sus agentes inconscientes, a pesar de que parecen vivir en la más completa libertad para sus trabajos y sin experimentar la menor contrariedad en sus costumbres ni en la satisfacción de sus necesidades.

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