La anatomía en la época moderna

En el siglo xviii la Anatomía deja definitivamente de ser patrimonio de algunos sabios privilegiados y forma parte de la cultura de todos los médicos ilustrados.

Los anfiteatros, las cátedras de Anatomía, las iconografías anatómicas y las piezas naturales o artificiales representando en detalle todos los órganos de la máquina del hombre, dan tal impulso a la ciencia de la organización que supera en progreso a las restantes ramas de la Medicina, hasta el punto de hacer pensar que tantos detalles, tanta minuciosidad en las investigaciones anatómicas, necesitan un complemento, algo que las de un interés práctico, una Fisiología en fin, que preparada de muy antiguo, surge a fines del siglo xviii cuando las ciencias físico-químicas y anatómica le suministran un cimiento sólido e inmutable.

A este exuberante florecimiento de la Anatomía contribuyen con un entusiasmo científico pocas veces igualado innumerables trabajadores en todas las naciones; imposible citar a todos; imposible también pasar en silencio a anatómicos tales como Bernard Sifroi Albin, Enrique Bassino y Bianchi, Estéban Blancard, Carlos Bonnet, Broeckhuysen, Caldani, Cameranius, Gabriel Cramer, Pedro Dionis, Jacobo Douglas, Du Verney, Juan Eysel, Luis Galvani, Juan Hartmann, Hunauld, los dos Hunter, Jacobo Isenflanm, Kerckring, Lancisi, Lieberckund, Alexis Littre, van Loder, Pablo Mascagni, los dos Meckel, Mery, Alejandro Mouro, Juan de Muralto, Antonio Nunk, Juan Palfin, Antonio Petit, Juan Conrado Payar, Guillermo Ploucquet, Antonio Portal, Juan Jacobo Ran, Santorini, Federico Schader, Lázaro Spallanzani, Jacobo Tenon, Trew, Vallisnieri, Valsalva, Abraham Vater, Winslow, Gaspar Wolff, Pedro Wrisberg, Juan Godofredo Zuin, Martín Martínez, Juan de Dios y tantos otros cuyos nombres vivirán eternamente en los anales anatómicos.

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