La alquimia en Babilonia y Caldea

La alquimia fue también cultivada en sus orígenes por los babilonios y caldeos, hasta el punto que éstos han sido considerados por muchos siglos en Oriente y después en Occidente como los maestros de las ciencias ocultas.

La magia, la astrología, la alquimia, la medicina, la ciencia de los metales, de las piedras preciosas y de los jugos de las plantas, fueron cultivadas con predilección por los sabios de aquellas regiones, formando con todas ellas un cuerpo común.

Los babilonios fueron los primeros que establecieron ese parentesco o relación tan celebre entre los metales y los planetas. El oro, la plata, todos los metales y las demás sustancias, decían, son engendradas en la tierra bajo la influencia de las divinidades celestes y de sus efluvios. El Sol produce el oro; la Luna, la plata; Saturno, el plomo; Marte, el hierro; Venus, el cobre; Hércules, el estaño.

Los alquimistas caldeos no se limitaron, como cuestión práctica, al arte de hacer oro, sino que estudiaron profundamente el arte de curar las enfermedades; Ostemés, el alquimista caldeo, cuyo nombre aparece al frente de los libros y trabajos de su región y de su época, habla del agua divina que cura todas las enfermedades; de donde tomó origen la concepción de la panacea universal, del elixir para alargar la vida, tan buscado después por los árabes, herederos de la cultura persa y caldea.

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