La agricultura en Italia

El vuelo y desarrollo dado a la agricultura por los antiguos romanos, mantuvo durante mucho tiempo su influencia en aquel país, a través del periodo del Imperio y de la época de las invasiones de los pueblos del Norte.

Más adelante, las continuas revueltas de la Edad Media marcan un período de decadencia y atraso en la agricultura en casi toda la península italiana. Únicamente en algunas comarcas de Lombardía y de Toscana se conservaron y prosperaron mucho los riegos y el cultivo de huertas y de plantas forrajeras.

En el siglo XIII apareció Pedro Crescenzi, a quien se considera como el restaurador de la agricultura italiana. Nació en Bolonia en 1230, y publicó una obra titulada: Opus ruralium commodorum, libri duodecim, que se considera como un monumento en la historia de la agricultura. En 1373 fue traducida esta obra al francés por orden del rey Carlos V y al poco tiempo al italiano. Después de la invención de la imprenta fue este libro una de las primeras obras impresas, habiéndose hecho todavía alguna edición a principios del siglo actual.

Después de Crescenzi no aparece ningún otro tratadista de importancia hasta el siglo XVI, en que Tarello publica su obra Ricordo d’agricultura, impresa en Venecia, en 1567; en este tratado se hacen notar las ventajas de la multiplicidad de labores en el cultivo del trigo y la importancia de la sucesión de cultivos diferentes.

En 1592 se publicó el tratado Villae por J. B. Porta; esta obra, que consta de doce libros, es un compendio magistral de todos los cultivos de aquella época; en el libro primero se trata de la agricultura en general y de los trabajos para el establecimiento de una casa de labor con todas las dependencias agrícolas; en el segundo, de los árboles maderables; en el tercero, de los árboles frutales que crecen espontáneamente en los bosques; en el cuarto, de los cuidados generales que han de prestarse a los árboles y de las diferentes clases de injertos; en el quinto, del huerto; en el sexto, del olivo; en el séptimo y octavo, de la vid; en el noveno, de las plantas que se cultivan por sus flores; en el décimo, de las plantas de huerta; en el undécimo, de los cereales, y en el duodécimo, de los prados. Es, pues, esta obra una descripción completa de las prácticas agrícolas italianas de aquel tiempo.

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