La adivinación en la legislación

Grande era en los antiguos tiempos el número de personas que aprovechándose de la ignorancia y explotando la superstición de la época en que vivían, se dedicaban a la hechicería y la magia, preciándose de adivinar lo porvenir por medio de sus ocultas artes.

Muy varias y abundantes eran estas adivinaciones, siendo en nuestra patria las más comunes sin duda las que mencionan las leyes de las Partidas y se citan en las Recopiladas, que consistían en las adivinanzas de los agoreros, sorteros y hechiceros, valiéndose para ello de agüeros, de aves, de estornudos o de palabras, que llamaban provervio, o del agua, cristal, espejo, espada u otra cosa luciente; hechizos de metal o cera; encantamientos, cercos, ligamento de casados; adivinanzas en cabeza de hombre muerto o en palma de niño o de mujer virgen y la de cortar la rosa del monte para sanar la dolencia que llamaban rosa.

Aunque todos estos hechos eran considerados por el legislador como culpas de carácter religioso, apreciando la adivinación como ofensa a la Divinidad a quien se pretendía arrebatar uno de sus atributos, y a pesar de que en las leyes se decía de estos embaucadores que no temían Dios ni guardaban sus conciencias, eran juzgados por los jueces seculares y castigados como los reos de los demás delitos: pues en aquellas épocas no eran aún conocidos los principios del derecho penal, según los cuales no pueden ser considerados como delitos las transgresiones de los deberes de un orden puramente religioso, que como tales, únicamente a la religión corresponde su conocimiento y corrección.

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