La adivinación en la antigua Grecia y Roma

Tampoco sirve el apelar a que fuese mero artificio todo lo que se dice de las pitonisas griegas, del oráculo de Delfos, del antro de Trofonio y de otros puntos adivinatorios de Grecia y otros países.

Que los augures en Roma eran unos embaucadores y farsantes políticos vendidos a la aristocracia y al poder, es indudable, pues el mismo Cicerón, algo escéptico, estoico en teoría y epicúreo práctico, decía que no era posible que un augur dejara de echarse a reír al encontrar a otro augur. Si la votación no iba a gusto del cónsul o el Senado, el augur decía que se oían truenos, y se suspendía el acto porque Júpiter estaba de mal humor.

Consultado el oráculo de Delfos por los atenienses al venir Jerjes con su ejército, les responde que se defiendan con muros de madera. Unos entienden que se aumenten las fortificaciones con una estacada, otros que se defiendan por mar. Triunfa la escuadra y acierta el oráculo; pero si la escuadra hubiera sido vencida, se hubiera dicho que el oráculo quería indicarles que hicieran estacada.

La omisión de comas y de puntuación ortográfica, daba lugar a que siempre acertara el adivino, según donde se pusiera la coma, antes o después de la negación: Ibis redibis non, morieris in bello. Por el contrario: Ibis redibis, non morieris in bello. O el otro: Dico te Eacida romanos vincere posse.

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