La acomodación y la experiencia de los dos alfileres de Porterfield

Sobre una regla se clavan dos alfileres a cincuenta centímetros de distancia y de suerte que queden paralelos.

Se coloca el ojo a cuatro o cinco pulgadas del primero y se mira a lo largo de la regla. En estas circunstancias es imposible ver con claridad ambos alfileres. Si se percibe distintamente el próximo, el lejano aparece confuso o no se distingue y viceversa. Con el optómetro de Scheiner se obtiene una demostración semejante.

Todo ojo entre dos distancias dadas, que le son propias, distingue claramente un objeto dado, de pequeñas dimensiones, un alfiler, por ejemplo.

Si se coloca delante del ojo el optómetro de Scheiner, que consiste en una cartulina atravesada por dos agujeros muy pequeños, separados por un intervalo algo menor que el diámetro de la pupila, 2,5 milímetros, el sujeto verá distintamente el alfiler objeto de la atención y le verá simple o único mientras se encuentre entro los límites indicados. Mas si se exceden estos límites, esto es, si se trae el alfiler más acá del límite próximo, o se lleva más allá del límite remoto, en seguida el alfiler aparece claramente doble. Cuanto más se aleja el alfiler de los límites dichos, mayor es la distancia que separa sus imágenes.

De aquí se puede concluir evidentemente que mientras el alfiler se mueve entre los límites definidos, el estado de refracción del ojo cambia con la posición del alfiler, y que fuera de estos límites se convierte el globo ocular en un aparato óptico fijo asimilable a una lente colectiva de longitud focal constante.

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