La academia científica y literaria árabe en España

Bajo el mismo reinado de Al-Hacam, los árabes españoles dieron los primeros ejemplos de una Academia científica y literaria.

En Toledo, en la casa de Ahmad B. Said B. Quessuer, uno de los más ricos y respetables jurisconsultos, se celebraba una reunión de cuarenta amigos de la bella literatura de Toledo, Calatrava y otros lugares, que se juntaban durante los tres meses de invierno, noviembre, diciembre y enero, en una casa con hermosas colgaduras y alfombras, para controvertir juicios, opiniones y tradiciones sobre trozos leídos del Corán. La reunión era obsequiada por el dueño de la casa con perfumes de almizcle y de agua de rosa, que se derramaba en la habitación, manjares escogidos, espuma de leche, frutas en dulce y confituras.

No mostró menos espíritu protector para las ciencias y letras el ministro gobernante en nombre de Hixem II, el gran camarlengo Almanzor. Aunque obligado al principio a contemporizar con algunos fanáticos enemigos de estudios no teológicos, les permitió entresacar de la biblioteca de Al-Hacam II todas las obras de espíritus pensadores y libres, las cuales fueron quemadas en parte en la plaza pública, en parte arrojados en pozos y cisternas; asegurado después en el poder procuró borrar aquel recuerdo con una munificencia espléndida, para el cultivo de las letras y con elevadas consideraciones para los letrados.

No sólo frecuentaba él mismo las escuelas, sino que se mezclaba a los escolares, sin que su entrada y salida en las aulas interrumpiese a maestros y discípulos en la continuación de sus advertencias y explicaciones. En su presencia solían celebrarse por su mandato disputas científicas y certámenes poéticos, en los cuales ofrecían cien ducados de premio a los vencedores. A ejemplo de la reunión científica de invierno, fundada bajo Hacam II, instituyó en la Aljama (gran mezquita) de Córdoba, una Academia, en que sólo eran recibidos poetas y hombres de ingenio, cuyos méritos estaban suficientemente comprobados.

Radiando de la capital se difundía la cultura por toda España y en once ciudades principales, Córdoba, Sevilla, Granada, Toledo, Játira, Valencia, Murcia, Vélez, Almería, Quesada y Jaén, había varias escuelas donde se leía Gramática, Oratoria y Poesía.

Disuelto a principios del siglo y de la H. (XI de la E. C.) el califato de Córdoba en el Occidente, de la media docena de dinastías en que se dividió definitivamente el reino de los omeyas en Al-Andalús, como la de los reyes de Sevilla, de Badajoz, de Toledo, de Valencia, de Zaragoza, de Granada, etc., sólo cupo a los dos primeros un lugar de honor en la historia de la literatura arábiga.

Entre los monarcas sevillanos granjeó nombre del poeta más insigne de este siglo y de más interés histórico, el ilustrado príncipe de Sevilla Motemid B. Abbad, cuyos magníficos palacios adornados con esculturas de leones y Caballos, en Silves y las márgenes del Betis, fueron de admiración a los poetas. Muza Aben-Al-Afthas, el penúltimo de los reyes de Badajoz, escribió la historia política y literaria de su tiempo en setenta tomos. Aben-Abdon, el guacir de Omar, el último señor de los Benu-Al-Afthas, es el autor de la Casida histórica que corre con su nombre, tan célebre en Oriente y Occidente, como la Risala del guazir Aben-Seidon, que compusiera éste para mortificar a su competidor ante la princesa Gualad, hija de Moharnmad III de Córdoba. Al-Cadir billar Dzul-Nun se hizo famoso en Toledo por sus preciosos palacios hermoseados con juegos hidráulicos, descritos por los poetas, y la magnífica clepsidra, prodigio de arte que señalaba la situación diaria de la tierra en su posición astronómica, ofreciendo con su entusiasmo literario y artístico loable ejemplo, que imitar a su sucesor Al-Mema.

Por estos tiempos, los innumerables poetas de Oriente y Occidente que habían florecido en los siglos iv y v fueron distribuidos en clases según su patria. Así lo practicó Saálibi, que recogió versos de unos quinientos poetas. El español Fáth Aben-Jacam, que escribió tres historias del Al-Andalus, una grande, otra mediana y otra pequeña, a principios del siglo v de la hégira, justamente un siglo después que Saálibi ordenó en sus Collares dorados unos sesenta poetas de su patria clasificados según sus condiciones, como califas, guazires, faquíes, secretarios y gramáticos.

Volver a ÁRABE – Inicio