La abstracción filosófica

Operación intelectual que consiste en separar mentalmente lo que es inseparable en la realidad. La abstracción es el precedente o, como la llama Rey (Lógica), el instrumento de la generalización, porque no podemos concebir los conocimientos generales, sin eliminar lo individual, es decir, sin abstraer.

Toda idea generalizada es abstracta y posee realidad sólo inteligible y no concreta, porque la abstracción no es función de la imaginación, sino propia de la razón discursiva que divide en la mente lo indivisible y separa lo inseparable, preparando el análisis a que excita la complejidad sintética de lo real. A lo abstracto se opone lo concreto. Es esto lo dado en la experiencia con todos sus elementos, el dato real o materia del conocimiento (según el tecnicismo aristotélico y kantiano); mientras que lo abstracto es lo construido por el pensamiento, la forma (que dirían Aristoteles y Kant), que no tiene más límite que lo contradictorio.

Con estas advertencias, se puede distinguir la realidad inteligible (propia de las abstracciones) de la realidad concreta (que es la que poseen los objetos), pues, como dice Joubert, “el gran abuso de la abstracción consiste en considerar los seres de razón o entidades metafísicas (por ejemplo el pensamiento) como si fueran seres reales”. Al abstraer concebimos las cualidades independientes de las sustancias dentro de las cuales residen, aislando mentalmente los caracteres diferentes de las cosas para examinarlos aparte y cada uno en sí mismo (como cuando abstraemos el color de las cosas). Si en la complexión de sucesos y en la multiplicidad de motivos que solicitan nuestra actividad es regla práctica dividir para vencer, en la síntesis de la realidad se impone come exigencia distinguir y dividir (por medio de la abstracción) para las complejas sinuosidades de lo concreto o, como se dice, el prisma de infinitas caras de la realidad. Es una división intelectual que aplicamos a las ideas que tenemos de los objetos, al discernir sus elementos constitutivos. Por analogía y amplificación de sentido, se aplica también esta operación intelectual a las ideas demasiado vagas y quiméricas que se diluyen en la utopía, a la enajenación del ánimo en los inspirados y en los místicos, cuando padecen distracciones (atención negativa o abstracción) por la tensión excesiva del pensamiento en relación con un solo objeto, y además al desvío del medio en que vive aquél que padece hastío y nostalgia o se siente dominado por el egoísmo.

Finalmente la abstracción se emplea para preparar lo que los lógicos denominan método de eliminación, procedimiento en virtud del cual se van restando abstrayendo de objetos e ideas aquellas cualidades que no les son adecuadas, y aun sirve de auxiliar poderoso para la definición, cuando se necesita recurrir a sus grados imperfectos y entre ellos a la definición negativa que consiste en exponer lo que no es lo definido para dejar ante el pensamiento (por ministerio de la abstracción) aquellas notas o cualidades características de lo que se pretende definir. Abstrayendo, descubrimos las relaciones de semejanza que existen entre los objetos, y nos elevamos a la noción de lo que les es común (ideas generales), siendo digno de notarse que la abstracción prepara el uso de la generalización, dispone el análisis y es el requisito indispensable de la sistematización ordenada de nuestros conocimientos.

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