La abstracción espontánea

Ya se viene repitiendo de tiempo inmemorial con Aristóteles nulla fluxorum est scientia (no es posible constituir ciencia de lo individual). Todo el conocimiento humano, en cuanto aspira a ser científico, tiene por base la abstracción, determinándose por tanto una relación directa entre el desarrollo de la abstracción y el progreso del pensamiento, como puede observarse en la inteligencia del niño y del salvaje, muy concreta y poco abstracta.

Precede la abstracción, que se desarrolla a medida que el niño va dominando el lenguaje, a la generalización y al raciocinio; pero depende de la percepción exterior y del recuerdo (de la experiencia ayudada de la memoria). Por tal razón Laromiguiére denominaba los sentidos “máquinas de la abstracción”. Es en efecto cada uno de nuestros sentidos un instrumento natural de la abstracción, porque mediante ellos se perciben determinadas propiedades de la materia, con exclusión o abstracción de las demás (así es la vista sensible al color y no a la resistencia, en lo cual se funda después la distinción hecha por los escolásticos entre el sensible propio y el sensible común).

Como conocemos empíricamente, imponiéndonos la misma experiencia la necesidad de abstraer, podemos afirmar que tenernos ideas abstractas, porque nuestra percepción no llega nunca al fondo y al infinito detalle de las cosas, ni conoce el todo de nada. Conocemos pues siempre mediante abstracción y es esta una operación espontánea, natural y congénita con nuestro pensamiento.

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